IRIS SCHOMAKER, EN VILASECO

Nacida en Stade  (Alemania), en 1973 y residente en Berlín, la pintora Iris Schomaker ofrece en la galería Vilaseco Hauser una obra, cuyo título Being a person es casi una redundancia, dado que todas las obras expuestas hacen referencia a eso: a la presencia de alguien que es una persona y se muestra en actitudes de persona, preferentemente leyendo o meditando ante una página blanca.
Son obras construidas con gran elegancia y precisión dibujística y, a la vez, con una gran economía de medios: soporte de papel que llega a alcanzar tamaños considerables; cromatismo casi reducido al blanco, al negro y a tonos de gris; composición sintética a base de grandes planos que encuadran la figura en términos geométricos, un tanto a lo Cezanne; y figuras muy estilizadas que presenta sentadas o tumbadas en un espacio que tiene algo de entrañable y acogedor rincón, de lugar donde uno busca su intimidad secreta, su soledad y su silencio.
La presencia del libro o de la página subraya la necesidad de este íntimo diálogo, de esta complicidad con un ámbito que, al mismo tiempo que es el de la dulce cotidianeidad, lo es también del alado pensamiento; pero el pensamiento no se ve, se adivina en el rostro inclinado, en la mano apoyada en la cabeza, en el volumen que descansa sobre el regazo, en la mano que acaricia el papel, en la abstracción de la mirada que se enfunda en la página o en la actitud pensativa de quien se acuclilla ovillándose sobre si mismo.
Hay oficio y delicadeza en esta pintora que dibuja con trazos firmes, pero que, a la vez, parece acariciar el papel con sus aguadas de acuarela y sus pinceladas de óleo diluido, mientras tiene la sabiduría de dejar el rastro de la tiza o del carboncillo con que ha perfilado sus seres; ahí está el movimiento, el gesto vivo, la idea consumándose, mientras que el protagonista de la obra se encuadra en ritmos ortogonales, se detiene sobre un instante de su vida, entre los contrastes de blanco y negro, de sombra y luz.
Dice Dominic Eichler que se puede pensar en “las figuras de Schomaker como apariciones”; pero nosotros sentimos su solidez, su carnalidad, su entidad, en suma, aunque celada o velada, al menos en sus rostros cuyos rasgos se ocultan, para que el recogimiento que buscan no sea perturbado o para que se sepa que, en este tiempo de desmadres publicitarios y de personajillos que buscan notoriedad y fama a cualquier precio, es hacia dentro y desde dentro de uno mismo de donde nace lo único que es válido.

IRIS SCHOMAKER, EN VILASECO

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