EUGENIO GRANELL

La Fundación Luis Seoane acoge, por primera vez, una muestra de Eugenio Granell (A Coruña, 1912- Madrid, 2001), cuyo título “O regreso dos amantes” está tomado del óleo “Los amantes de la playa de Riazor”. Son dos los ejes en torno a los cuales el comisario, Eduardo López Valiña, ha organizado la exposición: la relación del artista con su ciudad natal y el amor como motor creativo, aunque otros temas, como el tiempo o la muerte tienen también una presencia importante. Granell fue una personalidad multidisciplinar: músico, narrador, periodista profesor de Historia del Arte y de Literatura y artista plástico; marcado, como, Luis Seoane, por las vanguardias y, en su caso, muy especialmente por el surrealismo y por su gran maestre, Breton, al que conoció en 1941 y con el que tendrá amistad toda la vida. Su andadura expositiva comienza en 1942 y siempre su producción literaria y plástica caminarán al unísono, con claros trasvases de la una a la otra, como anuncia su Autorretrato (1944), en el que se pinta con el ojo derecho tapado por un reloj de arena, mientras sobre este vuela otro ojo con alas, y en un papel caído en el suelo hay una cita de M. Proust que hace alusión a la realidad. 
Aprender a mirar, pues, con un ojo metonímicamente desplazado, significa no plegarse más a condicionantes y apariencias o, en otras palabras, darle alas al pensamiento. Desde entonces y a partir de su integración plena en el surrealismo en 1947, en que participa en París en la exposición Le surrealisme, organizada por Breton y Duchamp, ese será su ideario: haga figuración o abstracción, sus criaturas son perplejidades que le nacen al espacio, seres agrandados, llenos de ornamentaciones que, en algún caso, hacen evocar las esculturas de los templos precolombinos o las intrincadas formaciones de la selva  y llevan títulos narrativos, literarios, como “El encuentro original del indio y el caballo” o “Paolo Ucello suelta una paloma”, donde la extrañeza es la protagonista. 
Incluso, cuando hace alusión a hechos históricos ominosos, como “Elegía por Andrés Nu”, donde quiere denunciar el asesinato de Nu en el stalinismo y el silencio cómplice de los intelectuales que deberían haberlo defendido, sus personajes –seis en este caso– son irreconocibles como reales, parecen artilugios inhumanos, robots descabezados; sólo siguiendo el hilo de la metáfora podemos entender que quiere mostrar la manipulación de las conciencias y la cobardía. Algo similar aparece en Lapidación de Hypatia, donde la filósofa de Alejandría es atacada por seres de infames anatomías, pues no merecen llamarse humanos. De 1989 es la obra “El artista escultor atempera con flores la rebelión de sus monumentos”, en la cual, “cuenta”, en clave irónica, las grandezas y tropiezos del oficio. Granell nos invita a caminar por sus senderos surreales y para ello hay que convertirse en visionario y seguir a “La joven que abre las puertas de la noche”.
 

EUGENIO GRANELL

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