El eterno girar de Fidel Goás

Haciendo honor a su nombre, el escultor Fidel Goás ( Oleiros, 1957) nos regala una vez más, en su muestra de la galería Atlántica,  su rendida fidelidad a la materia madre: piedra y madera, a la que trabaja con fruición y con amor para extraerle, a golpe de gubia y de cincel, sueños secretos y ondulantes formas, ritmos que den fe de que todo en el universo es eterno girar. 
Él, como Ulises, recorrió los océanos durante diez años y acaso trajo abiertas todas las ventanas del devenir  y todos los vaivenes del horizonte líquido para decírselos al haya, al castaño, al mármol, al granito... y recordarles su escondido  vuelo y ponerlos en pie y erguirlos, ya en renglones con forma de enhiesta  ola, ya en pináculos de catedral, ya en aéreas elevaciones que son como cerros testigo en la soledad del espacio. Piezas rotundas, sólidas, perfectamente estructuradas, en las que conjuga  hábilmente el dinamismo curvo con los planos rectos, lo abierto con lo cerrado, lo cóncavo con lo convexo, las texturas lisas con las rugosas y lo que sugiere solidez y permanencia con lo que aspira a la ligereza; así construye simbólicamente el asiento y la casa, el rostro de lo móvil con lo que tiene raíces, el árbol transformado en estela votiva con forma de búho al que da el precioso nombre de” Odoración nocturna”. 
Hay algo antiguo y sacral en toda esta obra de Fidel Goás, de una sacralidad animista que aún pervive en nuestro inconsciente colectivo y que encuentra desde luego su mejor vehículo en artistas como él; algo que ya señalamos en su anterior exposición :”Esculturas para el agua”. 
Así la materia despierta y canta con un lenguaje inmortal, se hace vehículo del espíritu, medium de las emociones más refinadas, norma y regla que permite construir “El puente de los justos” o la noble forma donde lo de abajo sirve de sostén a lo de arriba y lo de arriba encaja perfectamente en lo de abajo; esa era la rectitud que regía a la excelsa cofradía de los arxinas constructores de catedrales, de los cuales pueda que él sea una reencarnación; la disciplina –él mismo lo dice– es “ sacrificio voluntario y como recompensa, la elevación hacia el espíritu, el lugar común: “Eso que hoy ya, desdichadamente, ha dejado de ser común y es privilegio de seres fuera de lo común( valga la redundancia), como nuestro escultor, que sabe decirnos, en obras como “Sin acomodo” que no tenemos un asiento seguro, por más que lo construyamos de los más sólidos materiales, o que puede mostrarnos “El desconcierto de Narciso” que confunde su rostro real con el reflejado, o que nos pone ante los ojos la imponente y enhiesta figura de la auto importancia. 
Fidel Goás no es sólo un escultor con una excepcional dominio del oficio, es un creador profundo y visionario que anhela construir “La casa de los poetas”.    
 

El eterno girar de Fidel Goás

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