EN EL ESPÍRITU DE LA BAUHAUS

En nuestros años de estudiante de Bellas Artes descubrimos el libro “La interacción del color” de Josef Albers (1888-1976), imprescindible para entender cómo la percepción del color está marcado por la relatividad. Ahora, 34 años después, una extraordinaria exposición retrospectiva, en la Fundación Juan March, del que fuera discípulo y maestro de la Bauhaus, nos ha permitido admirar su obra, en la que queda patente –como él decía– “que los colores se nos presentan dentro de un flujo continuo, constantemente relacionados con los contiguos”.
Esto es visible, sobre todo, en su extensa serie de “Homenaje al cuadrado”, donde demuestra las infinitas variantes combinatorias que una sola forma permite y la riqueza de matices que adquiere el mismo color al cambiar de compañía cromática. Movido, tanto por el puro espíritu artesanal de la Bauhaus, como por su afán investigador, Albers ha hecho contribuciones esenciales a la pintura abstracta del siglo XX, usando las tonalidades luminosas como si de música se tratase. El resultado es de una exquisita armonía, un delicado y expansivo canto de las gamas que utiliza, en composiciones marcadas por la economía, según su máxima: “medios mínimos, efecto máximo”. Y efectivamente, el recorrido por la Juan March, con más de cien obras propias, demuestra que el gran artista es capaz de transmitir infinitas emociones, con medios de aparente sencillez; allí se abren días luminosos , casas blancas, constelaciones, avanzan primaveras o se descubre lo que nunca antes fue; porque él mismo dice que “el arte no es ni imitación ni repetición, el arte es revelación”. De qué modo tan sutil él nos lleva al deslumbramiento, por senderos sutiles, es un misterio; pues el teórico, el profesor, el pedagogo, queda superado por el creador y es imposible decir donde radica la abismal diferencia entre quien simplemente conoce el oficio y entre quien tiene el don de convertirlo en luz. Pero Albers es, sin duda, de estos últimos. Con la pintora coruñesa Eva Lloréns, que fue también profesora en EEUU y conoció a Albers, tenemos hablado de la importancia de sus aportaciones. Y no es la menor la de su modestia al reconocer las lecciones de su artesano padre, fontanero, carpintero, electricista, pintor de brocha gorda, en la confección de un objeto bien elaborado. Su vida fue ejemplo de búsqueda de un orden armonioso y su obra es un paradigma de equilibrio, de proporción, de luminosa y profunda sensibilidad.

EN EL ESPÍRITU DE LA BAUHAUS

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