Escultura de Soledad Penalta

Ala  galería Pardo Bazán,  Soledad Penalta trae ritmos y ensueños poéticos, aceros transformados en flexibles pergaminos y en curvados arcos, sobre los que vuela la escritura, que es émula del aire; perforando hierro, vuelve así a los orígenes, a la incisión, al grabado, a la marca gráfica, que los antiguos hacían en piedra.
Soledad es de Noia  y, consciente o inconscientemente, porque la creación es un misterio, reproduce de algún modo o se deja seducir, en un grupo de once piezas, por las arcanas lápidas sepulcrales del cementerio noiés; pero en sus superficies, en lugar de los signos del cantero, escribe “Palabras precisas para encender un fuego”, que vienen siendo como conjuros, o litúrgicas invocaciones o ritos propiciatorios con que arropar a las criaturas antropomorfas que van encerradas en su seno; saltan estas  en el espacio y se entrelazan, en un continuo arabesco, en un encadenamiento que no es fortuito, sino que, como los eslabones del ADN, habla del inevitable fluir de la vida, de las continuas conexiones y de los vínculos y enlaces a los que como seres vivos estamos atados. Por eso, aunque estos contenedores recuerden urnas o sarcófagos, non son tumbas, sino senos donde hierve una vitalidad imparable, un tropismo perpetuo.
Uno de los aciertos de estas esculturas de S. Penalta es que consigue conjugar la impresión de quietud, de inconmovible serenidad de  menhir que insufla al acero, con la idea de movimiento, de rítmico  e imparable vaivén. Lo mismo ocurre en la pieza que encabeza con la leyenda: “ Meditación bajo el indiferente azul del cielo”, construida a modo de tramos de escala de pared, que están ahí quietos esperando que por ellos asciendan los humanos que pululan arracimados en fila a los pies del primer peldaño; son ocho escalones en forma de arcos triangulares, pero podrían recordar simbólicamente ocho cielos de la antigua concepción geocéntrica.
De ritmo, de movimiento ondulatorio habla la obra “Ritmos cambiantes en bucles asimétricos”, en la que crea, mediante tiras de acero dobladas, un plano  o mural de convexidades que arropan el aire y atrapan el brillo de la luz; bajo ellos un racimo de humanos sugieren ser la génesis de los pensamientos grabados.
Completa la muestra la obra “Misteriosas fuentes restauran continuamente la belleza”, que es una cascada  de cinco chorros de  flotantes cintas de acero, sobre cuya pulida superficie resbalan fulgores argénteos, brillos y reflejos que dialogan con la sombra de las palabras grabadas; por la curva de caída, a la vez ligera y grávida, desciende la luz  para iluminar a los humanos. Y Soledad deja un testimonio de belleza y de madurez artística.

Escultura de Soledad Penalta

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