BROCOS, MAESTRO DE PICASSO

Hace 120 años, en febrero de 1895, un adolescente Picasso de 13 años ( los 14 los cumpliría en octubre), expone por primera vez en el número 20 de la calle Real; este hecho, verdaderamente excepcional, al que quizá hasta ahora no se dio la importancia que tenía, era el pórtico que abría la carrera meteórica de un genio. Y como suele ocurrir con muchos genios, su aura ensombrecía a quienes le rodeaban o hacía olvidar que su maestría plástica, aparte de la innata destreza, no surgió de la nada. En primer lugar, ahí estaba su padre, Pablo Ruiz, un hombre de sólida formación académica y estuvieron, en aquellos cuatro años coruñeses, maestros de gran talento, como el escultor Isidoro Brocos (Santiago, 1841- A Coruña 1914).
Era hora de resaltar este magisterio, este momento iniciático de los años coruñeses de Picasso, pero también de rendir homenaje a quienes lo propiciaron o hicieron que la semilla que ya existía se fuese desarrollando. Viendo ahora los dibujos de academia de Brocos, maravillosos no sólo por su perfección anatómica, sino por la sabia entonación de luces y por la captación del carácter del modelo, amén de por ese algo impalpable y sutil que queda titilando en la gracia del trazo, entendemos lo que Picasso pudo aprender y captar, con su extraordinaria capacidad perceptiva,  la enorme diferencia que hay entre un dibujo amanerado y torpemente académico y otro con soltura.
De esta gracia, de este numen excelso, que consigue resumir en pocos trazos la expresión de un rostro, el movimiento de un cuerpo, la actitud interior de un personaje o el ambiente de una escena, tiene ejemplos magníficos la exposición sobre Brocos que se celebra en Afundación de Abanca, y que se incluye dentro de los actos conmemorativos de esta primera muestra de Picasso en A Coruña.
Un apunte del natural de este, titulado Escena popular galega, del año 1895 sirve para establecer un parangón con la afición que Brocos mostraba por este tipo de apuntes. Obras posteriores, como Quatre femmes ( 1901) atestiguan de la maestría alcanzada por el ahora joven de 19 años  años, en  el manejo sintético  de la línea. El pintor y su modelo, de 1963, cuando ya es un pintor super consagrado, abunda todavía más en esta capacidad de definir la figura con pocos trazos, incluso con los hiatos o interrupciones del vacío que completan la forma, tal como explica la teoría de la gestalt. La obra de Brocos, enraizada en su tierra, a la vez que nutrida de clasicismo y de visión cosmopolita, puede perfectamente servir de contrapunto a un Picasso que, aun siendo un paradigma de todas las rupturas de la modernidad, jamás dejó de ser racialmente ibérico.

BROCOS, MAESTRO DE PICASSO

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