Bernard Plossu

El reconocido fotógrafo vietnamita-francés, Bernard Plossu expone en la galería Vilaseco-Hauser, llevándonos del Méjico de 1966 al París actual; dos distantes espacios y dos tiempos dispares, pero una misma mirada que busca revelar la poética del detalle y la belleza dulce de lo cotidiano. Plossu no es fotógrafo de grandilocuencias, sino un degustador de lo grácil, de lo tierno; también, de la insinuación, de la sugerencia. Por ello, más que mostrar lo evidente, busca que la escena fotografiada navegue hacia lo escondido y lejano, envuelta en el misterio de una delicada luz.
Eso es lo que hace, por ejemplo, con el desnudo de Patty, cuyo cuerpo aparece prácticamente sumido en lo oscuro, de manera que resalte la perfecta forma curva de la cadera y el muslo, acariciados por  una aterciopelada, deslizante y suave claridad. También deja en el anonimato el rostro de una joven de Méjico City que se acuclilla para acariciar un gato; el protagonismo lo tiene la albura de su falda  inclinada hacia el blanco pelaje del felino y el contraste que crea con el rotundo volumen de su rodilla y la puntera negra de sus zapatos, pues la expresividad radica en ese quiebro fragmentario de las formas configurando recovecos y modelando gestos.
Plossu intenta seducir más que decir, incitar más que evidenciar y para ello se sirve del claroscuro, del contraluz, o de la profundidad de campo; del mismo modo, casi nunca enfoca los rostros o hace que estos queden envueltos en sombra; igualmente, prefiere ver a los seres humanos desde una distancia que los convierte en diminutas motas, casi en signos negros en la lejanía.
En cambio, parece gustar del primer plano para los objetos o para algunos esquinados espacios urbanos sumamente evocadores. Sus Cartes de visite de Paris, que se presenta como primicia en la Vilaseco Hauser, constituyen un maravilloso ejercicio de contención y una clara replica al gigantismo que afecta a la fotografía actual; frente a ello, París, esa enorme ciudad, se vuelve íntima, cercana, entrañable y sus inabarcables maravillas se desvelan en 23 pequeñas fotos en blanco y negro que nos llevan desde la visión nocturna de la Tour Eiffel iluminada, hasta la puerta del Cirque d’Hiver, el letrero de neón del Café Flore o al interior de un elegante restaurant, con su impecable mesa, en la que luce una servilleta plegada en abanico; luego están los boulevares, las estaciones, los salones encien regime, los escaparates, la nieve en el Parc Montsouris y, ¡las maravillosas buhardillas las buhardillas y tejados de París tan llenos de resonancias bohemias y de lirismo literario! Y es ciertamente como un poeta como siente y mira B. Plossu

Bernard Plossu

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