ÁLVARO DE LA VEGA

El artista lucense Álvaro de la Vega (1954) vuelve de nuevo a Moretart con una muestra que titula Adverbios de modo y  que  puede considerarse una continuación de los Adverbios de lugar de la anterior. En ambos casos, y teniendo a la figura humana por protagonista, quiere resaltar las circunstancias o aspectos que conciernen al existir y que lo modifican; es el matiz y no la acción en su transcurso, por lo tanto, lo que estas criaturas buscan expresar; son sus modos, sus maneras de estar en el espacio, sus máculas, sus sombras, las grietas de la misma madera en que están tallados y que son como heridas, lo que el escultor quiere resaltar.
Hieráticos, expectantes, sujetos a sus soportes o todavía emergiendo de los troncos de árbol, realizan leves gestos, movimientos apenas esbozados: un pie que se adelanta, una mano en el bolsillo, un dedo apuntando al cielo, unos brazos alzados, un rostro vuelto hacia el hombro, una mirada opaca. Y, al final, la espera, la atadura, el estático estar ahí, con el inevitable modo de ser y con el atuendo inevitable de la especie: traje, camisa, corbata, calzoncillo o la pura desnudez. Estos son “Los amigos de A”, los amigos de Álvaro –suponemos–, las criaturas de su magín, émulos de tantos como se cruzan a diario en nuestras vidas.
No son bellos, no son enfáticos, no realizan nada extraordinario, simplemente están; son el coro de los antihéroes, el retablo del parteluz, no de una catedral, sino de la vida; son, ya sean obreros o señores, la columna que la sostiene; incluso cuando quieren realizar hazañas, como en la obra titulada “Obertura” se los siente más como niños juguetones aprendiendo a abrir las ventanas de la existencia, que como actores de hechos heroicos.
Solos o en grupos, esquinados, enfrentados, separados por líneas rojas o agrupados, sobre ellos desciende la ceniza de los días, la luz y la sombra, ineludiblemente; es decir, del modo y manera habitual, del obligado y necesario modo con que suele comportarse el transcurrir humano.
Expresividad de la materia, de la manera de tallar a lo vivo, casi a hachazos y de las formas anticanónicas, es lo que hace que las esculturas de Álvaro de la Vega conserven una frescura y una gracia ajenas a manierismos edulcorados; es lo que nos las hace cercanas y amables, copartícipes con nuestros cotidianos adverbios de modo.

ÁLVARO DE LA VEGA

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