ALI ALÍ O LA MAGIA ORIENTAL

Conocí al grabador sirio Ali Alí (Khatounie, Al Hassake, Siria, 1974), en el año 2003 durante el  I Master de Grabado que realizamos conjuntamente en la Fundación CIEC de Betanzos; él se había licenciado en Bellas Artes en la Universidad de Damasco y había llegado a España en un intercambio patrocinado por el Instituto Cervantes de dicha ciudad; su estancia aquí era temporal, pero se integró de tal modo entre nosotros que ya se quedó aquí definitivamente.
Sin embargo su imaginario sigue prendido en las legendarias raíces de su tierra, ahora si cabe agrandado y embellecido por la distancia, como demuestra su actual exposición en el CIEC, en la que presenta las litografías que realizó para ilustrar la historia de Suleiman y Salúa, ( texto en versión gallega de Francisco Fernández Naval), un cuento que él escuchaba a sus progenitores siendo niño y que a ellos devuelve dedicado, pero también como una ofrenda a todos los niños del mundo. De hecho todos nos hemos fascinado con la magia de “Las mil y una noches” y esta historia ilustrada de Ali Alí trae resonancias de aquellas lecturas y transmite imágenes de un poderoso exotismo que lleva la impronta de la estética árabe:  sus ciudades de suntuosos palacios, de mezquitas y minaretes, su  arquitectura de ventanas en ojiva, su geometría de arabescos, sus barcas decoradas lujosamente, el sentido ornamental de sus ropajes ¡y las noches!, sobre todo las noches, con la incitante luna en el oscuro cielo violáceo. El excelente dibujo de Ali Alí recoge con  elegante soltura la hazaña del pescador Suleimán que yendo a la captura de peces es capturado por los encantos de la sirena Salúa y por ella lo deja todo; no es menor la hazaña plástica que Ali Alí realiza, al elegir una técnica tan sutil y trabajosa como la litografía y, sobre todo, al realizarla con piedras de un tamaño enorme. Un mar lapislázuli y una isla paradisíaca, en la que habitan toda suerte de animales: corzos, ánades, vacas, pájaros, perros, asnos, conejos, caballos…y en la que no falta su árbol cargado de rojos frutos, es el escenario donde él sitúa sus recuerdos, que no es otro que de Kathounie su aldea natal, donde la vida transcurría amable y plácidamente, antes de que el horros de la guerra se instaurase en suelo sirio. De algún modo, el regreso de Suelimán a los suyos, tras desvanecerse el hechizo de la sirena y poder recuperar a su hijo, que le es devuelto a lomos de un felino,  habla, en clave alegórica, de ese retorno mítico a la patria interior, que como ya dejó dicho Rilke sólo puede estar en la  infancia, que es donde habita todo lo noble y todo lo bueno que aún tenemos los seres humanos.

ALI ALÍ O LA MAGIA ORIENTAL

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