Vergüenza de España

En el fondo y en la piel, a nada que se rasque aflora, lo que les pone de los nervios a podemitas, islas adyacentes y emboscamientos regionales varios, lo que les jode, vamos, es ser españoles de España. Lo arguyen, camuflan, esconden y hasta, por consigna electoral, lo desmienten y se disfrazan, un ratito y ante cámara, de neopatriotas pero se les tiene más que visto el plumero, que es viejuno y polvoriento. Y cuando, por obligado marketing, tienen que decir la palabra “maldita”, España, en vez de su mantra, “Este país” se les nota demasiado el esfuerzo, la impostura y la falta de costumbre. 
En buena parte de la izquierda el complejo de arrastrar como un pecado original la condición española viene arrastrándose desde los albores de la democracia. El secuestro por parte de la dictadura del vocablo y sus símbolos, provocó el rechazo, pero restauradas las libertades y recuperada la democracia faltó intensidad y sinceridad en el rescate. Como si la secuestrada hubiera sido para siempre mancillada, España, su bandera, su himno, sus señas, actos e historia, quedaban para siempre manchadas. Franquistas, aunque tuvieran siglos, fascistas aunque fueran milenarias.
Este “pensamiento” escaso, sectario y romo ha sido convertido en hegemónico en nuestro recorrido educativo y culminado en doctrina cuasi única por adoctrinadores universitarios de la más vetusta, endogámica y estéril de nuestras castas, la universitaria. Elevado a los altares por ellos mismos, con bula pontifical progre autoconcedida y autosatisfecha de su prpia indigencia intelectual, marca en todos cuantos se dejan el sello esencial de que ser español supone una desgracia histórica de la que nunca se avergüenza uno lo suficiente.
Para lograr tal desprecio es esencial la más prístina ignorancia, cuando no la tergiversación y la mentira y el entregarse como fervorosos catecúmenos al Agitpropo de una Leyenda Negra, que ya no se creen ni quienes la inventaron. Pero ellos sí, es su Sagrada Escritura, la gran y única verdad revelada. Sin una duda, sin una prueba. Esa es una fe sin fisuras. Delenda est España. Todo sus actos y obras. Desde la Hispania mas remota, desde antes de los fenicios, de los cartagineses, de los romanos, de los godos y de los almohades. Hasta de haber encontrado un Nuevo Mundo, duplicar el existente y darle la vuelta comunicándolo y haciéndolo global y redondo. Hasta aquello es vergonzante, para quienes en el fondo de lo que se avergüenzan es de su condición de españoles.
Creímos algunos, ingenuos y engañados, que la reconciliación había sido la vacuna, pero ya vino Zapatero con sonrisitas, claro, a reabrir la caja de Pandora de los odios. Sus hijos, pues si algo fue ZP fue el Juan Bautista de estos “mesías”, los aventan sin desmayo y los desparraman con entusiasmo. Desde Badalona a Cádiz pasando por Madrid y Zaragoza. Unos cancelando una fiesta, otros quitando estatuas, la CUP sobaquera hasta la de Colón mismo, otros que a eso no voy que me da asquito y todo con el mismo origen y en la misma dirección. Con independencia de siglas, disfraces y formas. En unos lugares, si se ven en el poder, ya lo ha dicho Iglesias, por las bravas y a la fuerza, en otros buscando escurrirse y colocar su mercancía con disimulo. Pero déjense de gaitas. Todas estos sarpullidos y este sarampión que cada año por esta fechas del 12 de octubre les acomete con mayor virulencia y se pasan el día rascándose manifiesta ante todo y sobre todo una cosa. Se avergüenzan de España y de ellos mismos por serlo. 

Vergüenza de España

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