Épica y corrupción en Cataluña

Como en el mito de Jano, el dios latino de doble rostro, la Cataluña nacionalista aparece ante la opinión pública nacional con esa imagen bifronte que amontona épica y corrupción en los mismos circuitos informativos. La épica del sueño soberanista y la inmoralidad en la política catalana por cuenta de los mismos protagonistas. Y ahí se abre paso la sospecha, teorizada por este comentarista en numerosas ocasiones, de que en realidad lo uno y lo otro, corrupción y desafío soberanista, van unidos. O mejor, lo uno viene a ser consecuencia de lo otro.
El llamado “proceso” fue desencadenado hace tres años por el presidente de la Generalitat y líder de CDC, Artur Mas, como un gran burladero de su incompetencia política. Ahora ya es algo más. El llamamiento a la desconexión con el resto de España ha sido, o está siendo, o quiere ser, una garantía de impunidad para un caudillaje nacionalista sometido al escrutinio de los servicios policiales, fiscales y judiciales del Estado.
Hay una lógica perversa en el hecho de que quieran reventar ese orden político-jurídico y cambiarlo por otro a su conveniencia. A su medida. A la medida de los tesoreros de CDC, pongamos por caso. O de las trapacerías de los Pujol, el apellido fundacional del nacionalismo encaramado a la Generalitat en nombre del partido hasta ahora hegemónico, que preside Artur Mas y se ha revelado un nido de corrupción.
Parece lógico que el nacionalismo reinante quiera romper el Estado y la nación españoles mediante la fundación unilateral de una república catalana donde queden amontonados los intereses de Cataluña con los de CDC, los de Pujol e hijos, y los de Artur Mas y sus compañeros del viaje a ninguna parte. Por tanto, si la Fiscalía Anticorrupción, la Policía, la Judicatura o la Agencia Tributaria cumplen con su deber frente a clarísimos indicios de blanqueo, fraude fiscal, tráfico de influencias, financiación ilegal de CDC, alzamiento de bienes etc, los afectados hablarán de ataque a Cataluña, a CDC, o a esa familia ejemplar donde las haya, la de Pujol y sus hijos.
Ay, los hijos. Finalmente su hoja de servicios a la patria quedó minimizada por su virtuosismo en ocultismo financiero. Sobre todo uno de ellos, Oleguer. La pasión catalanista de los hijos, calculada en millones de euros, representa la mala conciencia del padre –el ex molt honorable lo cuenta en la intimidad– que desatendió a su prole a causa de la política. Al menos que no les faltase de nada en la vida. Como Oriol estaba destinado a la política, fueron Oleguer y Jordi quienes gestionaron esa voluntad del padre sin que su alma nacionalista se resintiera por distraer allende las fronteras catalanas tan suculentos recursos para la causa de la familia y del partido.  

 

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