Elogio de la sensatez

La participación por activa o por pasiva de los 85 diputados del PSOE va a ser determinante en la formación del nuevo gobierno, justo cuando la estabilidad, divino tesoro, se ha convertido en uno de los valores rescatados por los votantes en las urnas del 26 de junio. Y eso obliga. Es como si el Estado estuviera llamando a las puertas de Ferraz para recordar a los socialistas que de ninguna manera pueden hacerse cómplices de un bloqueo institucional como el vivido en la fallida Legislatura del 20-D.
También Ciudadanos se reclama de su fe en el sistema y el buen funcionamiento de las instituciones, pero su peso parlamentario no le da para ser decisivo. También están el conglomerado Podemos-Etcétera, los partidos nacionalistas y otras fuerzas de ámbito regional. No vale la pena exigir sensatez a quienes practican el aventurerismo, el camuflaje político y las artes escénicas. Ni a quienes ponen en duda el principio de soberanía nacional única e indivisible.
A nadie se le ocurriría esperar del populismo o de los grupos separatistas decisiones encaminadas a impedir una nueva repetición de las elecciones. Sólo el PSOE tiene ese acreditado compromiso institucional que, llegado el caso, le empujará a pasar del obstruccionismo a la cooperación. O a la neutralidad que permita la formación de un gobierno del PP, claro ganador de las elecciones del 26 de junio, sólo o en coalición con fuerzas afines del centro derecha. Ya se verá.
Ahora tiene el PSOE la ocasión de demostrar que va en serio su confesada subordinación a los intereses generales, tal y como se hace constar en la resolución aprobada el pasado 28 de diciembre por su comité federal. A saber: “El Partido Socialista estará, una vez más, a la altura de las circunstancias y asumiendo su responsabilidad. En las decisiones y el comportamiento del PSOE primará siempre el interés general de la sociedad española”, por encima de “intereses partidarios y personales”.
Es verdad que esa misma resolución prescribía un “no” a la investidura de Rajoy que nunca se llegó a presentar. Parece estar vigente, a juzgar por las declaraciones de los dirigentes socialistas que insisten en el “no es no” y en que el PSOE no apoyará al PP “ni por activa ni por pasiva”. Pero las circunstancias son otras. El escenario es muy diferente, con un PP ganador y muy crecido en escaños (52 escaños más que la segunda fuerza), un PSOE que sigue en pérdida (120.000 votos y cinco escaños menos), un Podemos descalabrado y un Ciudadanos irrelevante.
En esas condiciones, el “no es no” de Sánchez al PP y el veto de Rivera a Rajoy, como elementos de bloqueo, no se mantendrán al precio de una nueva repetición electoral, salvo que Rajoy se busque la vida al margen del PSOE. Y eso es imposible. Así que todo hace pensar que los números y la política condenan a Sánchez a elegir: gobernabilidad o nuevas elecciones. No tengo duda sobre la salida de ese dilema. El PSOE nunca practicó el gamberrismo político.

Elogio de la sensatez

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