Bipartidismo de nuevo cuño

Oigo decir en distancia corta a Alberto Núñez Feijóo que el bipartidismo no ha desaparecido en España. En todo caso, es un bipartidismo de nuevo cuño, pues lo que ocurre es que dos partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, aspiran a heredar el sistema del dizque agotado protagonismo del PP y el PSOE. ¿Agotado? No lo parece en el caso del partido de Feijóo, llamado a continuar en el poder, solo o en compañía de otro, según las encuestas. El otro podría ser Ciudadanos, que no tiene ninguna posibilidad de desbordar al PP en la demarcación derecha del arco político. Otra cosa es lo que está ocurriendo por la banda izquierda.
La recién formada coalición Podemos-I U abriga esa posibilidad, por ahora acreditada por los sondeos y bautizada con la palabra “sorpasso” en las aproximaciones de los analistas. Diversas razones avalan esa tesis. Una de ellas es la de que el PSOE, siendo un partido de izquierdas, se quedó enganchado a un partido de derechas (Ciudadanos) en su intento de gobernar  tras el 20-D. El intento fue fallido, pero la repetición de las elecciones le ha puesto el argumento en bandeja al rival del PSOE por la izquierda. Es decir, a Podemos, que se rearma al advertir de que votar a los socialistas es votar a la derecha del PP representada en el partido de Rivera.
Cautivo de ese argumento, al PSOE se le pone difícil disputar a Podemos la hegemonía en la izquierda. Solo le queda la estrategia de ataque y descalificación a un partido desestructurado, mutante, poco fiable y dirigido por un impostor. Pero en Ferraz aún no tienen claro si esa estrategia será o no contraproducente por el hecho de que muchos votantes socialistas comparten el espíritu y en muchos casos la letra de las propuestas del Podemos.
En ese sentido, la campaña de Sánchez se centrará en la recuperación del millón y medio de votos perdidos entre las urnas de 2011 y las de 2015. La gran mayoría se fueron a Podemos. Sin embargo, seis meses después, los estudios llamados “cualitativos” que se manejan en Ferraz han detectado un retorno de esos votantes y una creciente aversión de militantes y votantes socialistas a la figura personal de Pablo Manuel Iglesias.
Al parecer esos votantes habrían entendido que, como me dice un dirigente del PSOE, “una cosa es la regañina, el voto de castigo como muestra del malestar con tu opción y otra es saber que con tu voto está sirviendo para sacar al PSOE del terreno de juego, que es el sueño de Podemos”.
 

Bipartidismo de nuevo cuño

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