Carla Souto en la Galería Vilaseco

Expone por primera vez en la galería Vilaseco, Carla Souto (A Coruña, 1994), licenciada en Bellas Artes por Universidad de Vigo, y becada para estudiar Arte Multimedia en la Universidad de Oporto y Artes Visuales, Escénicas y Moda en Florianópolis ( Brasil); también ha participado en  Residencias Artísticas en Portugal y Noruega. Su muestra lleva por título “La primavera silenciosa”, lo que, sin duda, alude a que su fuente de inspiración se nutre, fundamentalmente, de su asombro ante el misterio de la vida que  vuelve a renacer tras los días de invierno. “Me  pregunto –dice– sobre cosas que pasan sobre el suelo”, pregunta que revela, sin duda, un alma de poeta incitada por la maravilla de ese milagro que se gesta oculto  en el seno de la tierra, año tras año, para aflorar en belleza. De ahí nace su necesidad de crear su propio jardín, de contribuir a su manera con una obra formada por singulares y delicadas joyas que vienen a ser como la réplica de los adornos naturales que lucirían sobre los cuerpos de las jóvenes que caminasen embelesadas por un florido vergel. De ahí saldrían adornos de ramitas, joyas, flores...en forma de finas y ligeras gargantillas, diademas, brazaletes, pulseras, anillos... no sujetos a la elaboración artificiosa de un experto joyero, sino nacidas de la gracia de las amorosas manos que los han cogido y manipulado. Así son las piezas de este particular jardín del recuerdo creado por Carla Souto con hilos de metal de plata y otros, configurando aros y gargantillas  que ha dispuesto en el recinto de la galería, a la manera de una aérea instalación de siete pasos; ellos ofician de testigos silenciosos de la primavera íntima, –como reza el título–, de quienes sienten afinidad con la naturaleza, no buscan deslumbrar con artificios rebuscados de orfebre, sino llevarnos a una comunión íntima con los aspectos más delicados y frágiles de ese vergel íntimo que todos anhelamos y de su pasajera belleza. Rodeadas de espacio silencioso y vacío, estas joyas pueden leerse también como símbolos de todas las aspiraciones de los seres humanos, a menudo inalcanzables y siempre sujetas a las inexorables leyes  del tiempo y de lo transitorio. Las pequeñas formas de plantas, flores y hojas, que casi parecen flotar y como a punto de desprenderse de los delgados aros que las contienen, nos llevan a recordar que todo lo que existe está  sujeto a ciclos de nacimiento y de muerte y que las creaciones humanas inevitablemente participan de esa inestabilidad  O. como decía el filósofo Heráclito, “ todo fluye, nada permanece, no nos bañamos dos veces en el mismo río”. Toda obra de arte trata de atrapar o detener ese fluir inevitable, de algún modo expresa la rebeldía contra la in-permanencia, pero, curiosamente, estas piezas, que casi parecen flotar sin peso en el espacio que las rodea, transmiten un sentimiento de ofrenda elegíaca que, teniendo que aceptar los inevitables despojos del invierno, se convierten en adornos para arropar el cuerpo y crear un nostálgico jardín que nos recuerde que somos naturaleza. 

Carla Souto en la Galería Vilaseco

Te puede interesar