Vargas Llosa y Le Clézio: parecidos y divergencias en la vida de dos Nobel

Vargas Llosa y Le Clézio: parecidos y divergencias en la vida de dos Nobel
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  Las vidas del escritor peruano Mario Vargas Llosa y la del francés Jean-Marie Le Clézio tienen en común mucho más que haber ganado el Premio Nobel. Ambos saben lo que es haber tenido un padre autoritario y los dos sienten fascinación por la selva latinoamericana y sus contadores de cuento.

Algunos de los parecidos y divergencias que hay en la trayectoria de estos dos grandes escritores quedaron hoy de manifiesto en la conversación que mantuvieron ambos en el aula magna de la IE University de Segovia, en lo que sin duda fue el acto central de la novena edición del Hay Festival.

Y fue también el de mayor afluencia de público. Las entradas llevaban días agotadas.

El escritor colombiano Carlos Granés se encargó de moderar el diálogo entre los dos premios nobel, que, curiosamente, en 1963 recibieron cada uno un prestigioso premio que contribuyó a lanzar su carrera literaria. Vargas Llosa mereció el Biblioteca Breve por "La ciudad y los perros" y Le Clézio, el Renaudot por "El proceso verbal".

Se trata de dos autores que "casi han cruzado sus caminos: Vargas Losa es un latinoamericano fascinado por Europa y Le Clézio, un francés que cayó bajo el hechizo de la cultura mexicana", subrayó Granés.

Y ambos conocieron tarde a sus respectivos padres. Vargas Llosa (Arequipa, 1936) con diez años y Le Clézio (Niza, 1940) con ocho.

El padre del escritor francés fue destinado a Nigeria durante la II Guerra Mundial y no pudo salir de este país hasta 1948.

"El encuentro con mi padre fue difícil. La guerra había impedido reunir a la familia", decía hoy Le Clézio, antes de contar cómo viajó a África para conocer a su progenitor, que era "muy severo, un hombre duro".

Vargas Llosa pasó sus primeros años de vida en Bolivia convencido de que su padre había muerto y, al enterarse a los diez años de que su padre estaba vivo y no "en el cielo", como él creía, supuso el fin del "paraíso" que hasta entonces había sido la infancia para él.

"Fue traumático el reencuentro", rememoraba el autor de "La casa verde", que ha contado muchas veces ya esta historia pero siempre encandila al público con ella, porque ese reencuentro cambió su vida.

De repente, "descubrí la autoridad, el miedo y la soledad. La vida adulta comienza entonces", afirmaba el Nobel peruano, quien tiene muy claro que su vocación literaria nació "gracias a la hostilidad" que su padre mostraba hacia el oficio de escritor.

"No entendía que un hijo suyo escribiera poemitas, era poco viril. Veía el oficio de escritor como un pasaporte al fracaso", contaba Vargas Llosa.

Con ocho años, Le Clézio fue a África en barco a conocer a su padre y, para vencer el miedo que le daba ese encuentro, empezó a escribir cuentos.

Y con el paso de los años ha seguido comprobando el papel curativo de la literatura: "Cada vez que siento miedo, saco un papel y empiezo a escribir. Nunca he sentido la angustia del papel en blanco", dijo el autor de "El sueño mexicano".

Para Vargas Llosa, el resistirse a la autoridad paterna "y escribir a escondidas, fue una manera de vivir más libre y de recuperar la dignidad" que había perdido ante su padre.

Desde muy joven, el novelista peruano tenía muy claro que para ser escritor debía viajar a París. Allí aprendió que él era "un latinoamericano", algo que hasta entonces no había sentido porque Hispanoamérica estaba "muy balcanizada".

Por el contrario, a Le Clézio le hizo viajar a México "un libro fantástico" que había leído sobre la cultura maya. Quedó fascinado por este país, como luego quedaría por la selva panameña.

Y es que la selva ha sido también determinante en la vida de ambos escritores. Y, en el caso de Vargas Llosa, la selva amazónica ha inspirado cuatro de sus libros, entre ellos el de "La casa verde", una de sus principales obras, y "El hablador".

En 1968, Le Clézio visitó la selva del Darién, entre Colombia y Panamá. Vivió allí tres meses y comprobó la importancia que la literatura oral tenía entre aquellas tribus.

Conoció a una mujer que, cuando se emborrachaba, contaba historias increíbles. "Me pareció el nacimiento de la literatura, que tenía un papel colectivo y que era como el eco del mundo; restituía sentimientos y sensaciones, intercambiaba ideas", afirmaba el Nobel francés.

Y a Vargas Llosa, en su primer viaje a la selva peruana, le impresionó mucho lo que le contó un lingüista misionero sobre "el hablador", un contador de cuentos ambulante que narraba durante horas historias y leyendas entre los indios de la tribu Machiguenga.

De ahí surgió "El hablador" del escritor peruano. Cuando se publicó el libro, un antropólogo escribió una crítica en la que decía que "los habladores" de los que hablaba Vargas Llosa no existían porque él nunca había oído hablar de ellos.

Para Vargas Llosa, el hecho de que los machiguengas "ocultaran la existencia de los contadores de cuentos", era una prueba de su existencia. "Necesitaban ocultar aquello que era lo más precioso para ellos", subrayó.

Vargas Llosa y Le Clézio: parecidos y divergencias en la vida de dos Nobel

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