Una promesa incumplida

Una promesa incumplida
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Ese partido que tanto espectáculo prometía, que tantos y tan buenos ingredientes presentaba se quedó en mucho menos de lo esperado, en una réplica falsificada de lo que pudo haber sido y no llegó a ser. En el desastre general de la primera parte, el Fabril fue el menos malo; en el intento de remediarlo en la segunda, el Cerceda fue mejor, tuvo ocasiones para ganar, pero no estuvo acertado. El resultado (0-0) castigó a dos teóricos equipos de ataque que, en noventa minutos, solo remataron una vez entre los tres palos.

 

 

El Cerceda suplió la baja de Angeriz retrasando la posición habitual de Pablo Rubio –de mediocentro a central–. Lemos apostó por el músculo en el centro del campo –Agulló y Granada– pero no tardó en rectificar. Agulló cambió su posición con Rubio con un fin: más contundencia en la línea defensiva pero, sobre todo, más fluidez y claridad en el centro del campo. Aparentemente dio resultado en los últimos minutos del primer tiempo. Los primeros fueron un auténtico desastre.

El inicio de partido entre el segundo y el tercer clasificado de la Tercera División parecía de pretemporada. Al soporífero ritmo en la circulación de balón de unos y otros en la fase ofensiva se le unía la desganada intensidad defensiva en la presión. Los de ayer no parecían Cerceda y Fabril.

Aunque lejos de su mejor versión, el Fabril desprendía, en los primeros minutos, un ligero aire de superioridad con respecto al Cerceda. Sin pasar por encima del rival, el filial del Depor daba la sensación de encontrarse más cómodo: pocas pérdidas y muchos robos. Tanto en un aspecto como en el otro tuvo mucho que decir el canadiense Sam Piette. Ancho él y anchas sus piernas, el mediocentro del Fabril es una roca en las disputas, intuitivo en las recuperaciones y, aunque sin brillo, eficaz en las entregas. Al lado de Piette, el excercedense Remeseiro, la parte creativa de la pareja. Por delante, Kim, Ángel y Pancho –discretos–. El más avanzado fue un Dani Iglesias que lo intentó sin demasiado éxito.

El Fabril remató hasta cinco veces en el primer tiempo aunque en ninguna ocasión entre los tres palos. Tal vez la más clara fue una de Kim desde el borde del área en la que el balón salió cerca del palo derecho de la portería de Valín. El primer disparo del Cerceda, en el minuto 40, fue de Herbert, desde unos 40 metros y por encima del larguero. Poco después, Remeseiro se equivocó con un pase y entregó el balón al propio Herbert, entre Iago y Róber. Se lió y lo que pudo ser una buena ocasión se quedó en nada.

El segundo tiempo arrancó con una sustitución. Lemos cambió de delantero centro. Uxío, ausente durante 45 minutos, dejó su sitio a Brais Abelenda, que tampoco selló su mejor partido pero mostró más actividad, tanto defensiva como ofensiva. Probablemente no tuviese nada que ver el cambio y sí la reflexión en el descanso. El Cerceda jugó mal los primeros cuarenta y cinco minutos y arrancó el segundo acto con un remate de Cano al larguero (m.52).

El equipo rojiblanco mejoró con el balón (no era complicado), le comió terreno al Fabril y, fundamentalmente, incrementó su intensidad defensiva para, nada más perder, recuperar la posesión.

El fútbol más o menos vistoso del Fabril en una primera mitad en la que hasta hubo llegadas a línea de fondo de Jorge, lateral izquierdo, se difuminó con el paso de los minutos. Ni la entrada de Queijeiro por Pancho, ni la de Álex por Dani, ni el último cartucho (Cardoso por Ángel) reactivaron a un equipo que pudo perder. Su mejor ocasión, una contra en la que Kim no consiguió rematar ante un José Manuel que le persiguió con uñas dientes por todo el borde del área.

 

 

Un remate

El Cerceda llegó más entero a los últimos minutos y el Fabril tuvo que echar mano (nunca mejor dicho) de su portero para evitar el 1-0. David realizó la gran y única parada de la tarde a remate de Cano. El centro de Herbert era bueno, el cabezazo de su compañero, también; pero la intervención del guardameta aún mejor. A 100 metros, Valín no recibió ningún remate en 90 minutos.

Martín hizo daño con velocidad y desborde. En su mejor jugada sufrió un penalti de Iago que López Vila, el árbitro, no quiso ver. Y no hubo más, 0-0.
 

 

Una promesa incumplida

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