Paralizado por la ansiedad

Paralizado por la ansiedad
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El Deportivo se abona a los ansiolíticos para el final de campaña. Anclado en los 39 puntos y con cuatro de renta sobre los puestos de descenso, se complicó la vida ante un Getafe al que revivió en una contienda marcada por el nerviosismo local.
El de ayer fue un nuevo episodio de impotencia física y mental experimentada por un equipo que ha ido de más a menos en la temporada y que se enfrenta a un calendario de rivales ‘Champions’ —Villarreal y Real Madrid— en las dos últimas tiradas del campeonato.
El contundente 0-2 frente a los ‘azulones’ deja, así mismo, al entrenador Víctor Sánchez del Amo en el alambre, víctima de  una racha de malos resultados y de un vestuario que lo están devorando desde el mes de enero.
Los deportivistas lo intentaron en los compases iniciales del encuentro, encomendándose a la calidad de un Luis Alberto que regresaba al once tras lesión y que testó la fiabilidad de Guaita con una rosca excepcional que el meta getafense envió a saque de esquina en el minuto 6.
El gaditano regaló varios destellos técnicos a la grada pero fue perdiendo peso con el paso de los minutos. Lógicamente, le pesó su inactividad.
A falta de un patrón de juego satisfactorio que se añora ahora más que nunca —cuando los resultados no maquillan las carencias tácticas—, la escuadra herculina se aferró al estado de forma de Fede Cartabia.
Con una marcha más que el resto de sus compañeros, el argentino protagonizó numerosas galopadas, conducciones y disparos con los que intentó sorprender a un inspirado Guaita.
Lucas Pérez armó su fusil al filo de la media hora del encuentro pero el punto de mira lo traicionó por centímetros en dos ocasiones. El conjunto coruñés, sin recompensa en el marcador a su iniciativa, acumulaba cansancio y sumaba una tarjeta innecesaria de Borges, que a la postre resultaría fatídica. El Getafe soportaba el acoso inicial blanquiazul y se iba encontrando más cómodo de modo paulatino hasta el punto de que Sarabia, Álvaro Vázquez y Pedro León se atrevían a merodear en el área de Manu.
En el minuto 40 una jugada de ida y vuelta cambió el rumbo del encuentro por completo: de un pase interior de los ‘Zipi-Zape’ entre Luis Alberto y Lucas, que por centímetros no encontró rematador en el de Monelos, se pasó a una contra de manual en la que Sarabia asistió para León, que dribló a Fernando Navarro con relativa comodidad para adentro y envió con la izquierda a la red, sorprendiendo a Manu.
El tanto ‘azulón’ fue un auténtico jarro de agua fría para un Deportivo al que se le comenzaron a reaparecer los fantasmas de la segunda vuelta.
El paso por los vestuarios no surtió el efecto deseado y el respetable de Riazor comenzaba a desesperarse en sus butacas, revisionando la película de la impotencia del club en 2016.
Víctor Sánchez del Amo no movió ficha en el intervalo y siguió confiando en los mismos; Fede dispuso de una falta al borde del área en la que hizo volar al arquero visitante, mientras que Borges rozó la diana en una de las escasas jugadas trenzadas en el segundo acto.
Con Fede volcado, siempre vertical, Cani y Juanfran entraron en el 60’ para intentar revolucionar el envite pero solo tres minutos más tarde una ingenuidad de Borges lo enviaba al vestuario por doble amarilla tras un enganchón absurdo en la medular con Vergini. Frustración.
A partir de este instante, el ‘más difícil todavía’. Con más corazón que cabeza y con un fútbol basado en arreones los blanquiazules se volcaron, asumiendo los riesgos de espacios kilométricos dejados a su espalda.
Fundidos por la inferioridad numérica y la erosión propia de un conjunto incapaz de reaccionar, los futbolistas herculinos se desplomaron en el último cuarto de hora. A la salida de un saque de esquina en el 84’ Vigaray desnudaba las carencias de Manu y sentenciaba. Riazor fue un clamor. Papelón para el Consejo.

Paralizado por la ansiedad

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