Los Riazor Blues

Los Riazor Blues
Nacieron a finales de los ochenta y recientemente se constituyeron oficialmente como peña | aec

Se les han criticado algunos comportamientos individuales, pero hay unanimidad sobre su capacidad para generar ambiente, para animar al equipo, para despertar al resto del estadio y para presionar a los rivales. A su perseverancia se deben muchas victorias importantes del Deportivo porque ejercieron de implacable toque de corneta cuando el sopor engullía al fútbol.
Los Riazor Blues surgieron como una escisión de la peña Barrio Sésamo, la que llevaba a una cabra como mascota a la grada de General. Entre otros, fueron sus fundadores Bookie, Toñito y Gus, que venían precisamente de Barrio Sésamo y que se sumaron al grupo de seguidores incondicionales de distintos barrios de Coruña: Nano, Suso, Antón, El Cuervo, Julio, Cartulín, Fran, Gamallo, Rodri, Felipe, Miguel y el finado Ubaldo, entre otros.
Su bautismo fue en Balaídos en el año 87. Un periodista de Vigo tituló su artículo “Celta-Coruña. Entre el rock celeste y el blues de Riazor”. Después, el cronista adornó el ingenioso titular con la comparación entre el fútbol de factoría y “la tristeza” y el talento. De ahí viene el nombre, de las reflexiones sobre esa crónica porque, efectivamente, querían aunar el espíritu de la música blues sumado al color de la camiseta del Deportivo y al estadio donde jugaba y juega el equipo de sus ilusiones.
Esta nueva agrupación no celebró asamblea constituyente y, por lo tanto, no tenía estatutos. Ni lista de socios. Ni consideración de “peña”.
A pesar de todo lo que se le ha atribuido, lo único que han rechazado como grupo es que se le calificasen o identificasen como ultras porque en esas épocas “ultra” se asociaba a ultraderechista. Y ni querían eso ni que se les comparase con los ultras del Real Madrid o de otros clubes. Más tarde el término “ultra” cambió de significado para asociarse con “radical”, y en esa nueva categoría ya se incluía a todos, independientemente de la ideología. Nuevos miembros destacados del grupo decidieron modificar el rumbo y en Riazor aparecieron las primeras pancartas con la leyenda Riazor Blues Ultras. A muchos fundadores y veteranos no les gustó esta deriva y se echaron a un lado.
Originalmente tampoco se definían como nacionalistas, incluso ni como lendoiristas: “Solo Depor y Estrella Galicia”. La idea básica era beber, cantar y animar al Deportivo. Nunca salir a pegarse con nadie, pero sí defenderse. Esa filosofía abierta, anarquista, amplia de miras y sin restricciones topó, efectivamente, con las individualidades. Y sí, hubo personas que sobrepasaron muchos límites, pero esos defectos se les deben atribuir sólo a ellos y no al ideario de la agrupación -anarquía organizada-, en la que había periodistas, médicos, abogados….
Al principio, y durante mucho tiempo, estaba organizada en secciones: la Noroeste, Resaka, Elviña, Galiza, Explosión Galaica, Djukic, Artabros, Gulundrú… Y cada sección aportaba algo (pancartas, viajes, fanzines, bar…), lo que era el secreto del éxito.
Pero al ser tan abierta también fue muy cambiante con la desaparición de secciones, la creación de otras, luchas de poder entre dirigentes y nuevos candidatos, intereses personales, fases de más implicación ideológica con retornos al deportivismo como único factor aglutinador… La inercia del grupo fue echando a quienes querían sacar tajada personal de la actividad de los Blues.
En el 87 realizaron la primera gran movilización, en tren, para apoyar al equipo en Valladolid en aquella semifinal de Copa en la que el arbitro Soriano Aladrén le permitió a Fernando Hierro dar una exhibición de distintas modalidades de artes marciales con golpes reales contra jugadores deportivistas. De allí se regresó con la sensación de que nos habían robado un sueño.
Ya desde el 86 los Blues no faltaron ni a un solo derbi en Balaídos, incluso cuando no existía lo del “alto riesgo”, que era como ir a la guerra.
Sus momentos culminantes fueron especialmente dos: el viaje a Birmingham para animar al equipo en el partido de UEFA contra el Aston Villa que ganó el Deportivo por 0-1, y la final de la Copa del Rey en Madrid contra el Valencia, cuando llenaron dos trenes y numerosísimos autobuses. Eran menos que los che, pero no tardaron mucho en hacerse, con sus cánticos, con el dominio estratégico del Bernabéu.
Los Riazor Blues se disolvieron en 2003 después del fallecimiento, tras ser agredido, de Manuel Ríos tras un Compos-Dépor de Copa en San Lázaro. En aquel momento afirmaron que sus intenciones siempre habían sido pacíficas, que ninguna bandera vale la pena si debajo de ella se esconde un solo violento y que el juguete se les había ido de las manos. La sentencia judicial condenó a un solo miembro de Los Suaves, una sección que no hacía grupo y que iba a su bola, y no extendió la responsabilidad al resto de la agrupación, lo que hizo que volvieran a unirse.
En diciembre de 2014, después del asesinato u homicidio de Jimmy en Madrid en uno de los fracasos judiciales y policiales más lamentables, meditaron su disolución por segunda vez, pero acordaron mantener la actividad.
Ya con Tino Fernández en la presidencia, los Riazor Blues han redactado estatutos, se constituyeron oficialmente como peña y forman parte de la Federación de Peñas. Y han recuperado plenamente el ideario, que en realidad nunca habían olvidado, del deportivismo como único objetivo. l

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