“Una vez que entras en ese juego de espejos, tienes la sensación de presente continuo”

“Una vez que entras en ese juego de espejos, tienes la sensación de presente continuo”
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La escritora Clara Usón es capaz de colocar en su nuevo libro “Valor” (Seix Barral) a tres generaciones. A la más jóven la pone a bailar reggaeton al lado de un libro de historia donde Francisco Franco ocupa los epígrafes de una lección entre tantas. 
En el mismo pote, mete a su madre, Mati, directora de una sucursal, “que lo da todo por su empresa y se creyó lo que le decían” hasta el punto que compró preferentes. Ella y su madre. Los albores del franquismo comparten párrafo con el postfranquismo y por si fuera poco, se va hasta Croacia para rescatar un episodio tan crudo como oculto, donde los nazis croatas, que eran ultracatólicos, trataron de convertir a todo el país: “El plan era que a un tercio los iban a deportar, a otro los mataban y al último los convertían”. 
El resultado fue “que las muertes superaron ese tercio”, la mayoría concentradas en un campo con barrotes del que “no quedó rastro”, asegura. La que recibió el Premio de la Crítica por “La hija del Este”, donde sacó a ventilar cicatrices yugoslavas con nombres y apellidos, vuelve a los Balcanes para coger de allí un personaje, el de un franciscano que velaba por los reclutados en dicho reducto. Para acabar el mosaico, suma otro capítulo que la historia dejó a un lado, la sublevación de Jaca. De él, se queda con sus mártires, Fermín Galán y Ángel García Hernández: “Son muchos los historiadores que opinan que su muerte desencadenó la República”. 
Del primero, que se enfrentó a la parca sin desfallecer y haciendo bromas, “me llamó la atención por no saber qué puede llevar a una persona a comportarse así”. Y aunque los protagonistas no tienen nada que ver entre sí, “decidí ponerlos en una situación límite de vida y muerte” y añadirles la palabra valor, “que puede significar valentía, precio o principio moral”. Usón concluye que tanto en la época de Fermín como la de Mati pulula el descrédito y la sensación de fin de ciclo, pero al contrario que en esos años 30, los acobardados se multiplican e impera el “tanto tienes, tanto vales”. Asegura que “en lo que nos aferramos es en el trabajo como bien supremo” porque el que se queda sin ingresos no es nada, lo mismo que “esos africanos que vienen a Europa, se mueren y a nadie le importa”. 
Las tres historias están relacionadas, afirma: “Al principio causan cierta sorpresa, pero una vez que entras en ese juego de espejos, tienes la sensación de presente continuo y que la historia no es progreso. Nunca aprendes de ella”. Confiesa que la idea es provocar reflexión y también por eso, introduce a la hija de Mati, Mar, que enreda conflictos familiares, “un tema que siempre me ha interesado”. 
Ella representa al adolescente contemporáneo que “sueña con ser famosa” y le pinta bigotes al ex dictador: “Para mí Franco es una realidad, pero para ella es un capítulo, si no te acuerdas quién es, te suspenden”. Sin embargo, su sombra planea, admite, y “actualmente el partido que nos está gobernando nunca ha condenado el franquismo”. Usón recuerda las declaraciones de Aguirre en las que dijo que Franco nunca fue impuesto, pero “yo no recuerdo una elecciones donde saliera escogido”. De los pasados mal cerrados trata la novela, que confirma que su narrativa sí tiene valor. Prueba de ello es que sigue creciendo con el tiempo y “La hija del Este” a punto está de llegar a Croacia: “Estoy deseando ver la reacción”. Serbia es otra historia.

“Una vez que entras en ese juego de espejos, tienes la sensación de presente continuo”

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