Un rayo de sol

Queda muy poco para que los estudiantes de segundo de Bachillerato de nuestra comunidad den sus primeros pasos hacia la vida universitaria. Las pruebas de Selectividad, desde este año denominadas ABAU, tendrán lugar los días 7, 8 y 9 de junio. A pesar de que este año parecía que todo iba a cambiar, las cosas siguen su curso normal incluyendo los nervios, la tensión e incluso la ilusión por empezar una nueva etapa.
Con relación a los resultados, las cifras en general son buenas así que los estudiantes aplicados han de ir tranquilos a los exámenes y esperanzados de poder entrar en la carrera que marquen como primera opción. Según los últimos datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en 2016 en España se presentaron 280.627 personas a las pruebas (el 55 por ciento eran mujeres) y el porcentaje de aprobados ascendió al 93,82 por ciento (91,87 por ciento en Galicia). Estos números muestran cómo, a estas alturas del curso, ganarán los que tengan buenos hábitos y aquéllos que se mantengan constantes en lo que hacen: en Selectividad llega a la meta el que ha ido estudiando a lo largo del curso, es decir, aquel que ha sido capaz de superar esa carrera de fondo.
Aunque ya han pasado muchos años me acuerdo perfectamente de mis exámenes de Selectividad, hasta este año llamadas PAAU, incluso de preguntas concretas, de los ánimos de mi familia, del sol que hacía esos días o de cómo me quedé sin pilas en la calculadora en pleno examen de matemáticas. Incluso aún puedo tararear la canción del verano que sonaba en esa época y revivir con cariño esas tardes de estudio con mis amigas en la biblioteca. 
Quizás por recuerdos como esos la Selectividad se me parece un poco a la vida: es necesario prepararse, conocer los objetivos, saber que pueden llegar los imprevistos y recordar que siempre estamos acompañados y animados por quienes más nos quieren. Las pruebas de acceso a la universidad son también un recordatorio de que hay que cumplir los objetivos que uno se propone e incluso de  que a veces hay que volar y apuntar bien alto y con decisión para alcanzar aquellas ideas o metas que, en un primer momento, nos pudieron parecer un tanto descabelladas. 
Preparativos
Esa preparación que implica la Selectividad también se refleja en el fin del curso escolar que todos los años tiene una misma y especial rutina: preparar la fiesta de fin de curso, seleccionar las lecturas de verano y hacer acopio de los cuadernos de vacaciones, ordenar armarios para rescatar camisetas y toallas de playa o calcular qué parte del presupuesto familiar se puede destinar para pasar un verano en la playa. Metemos en la maleta esos planes no realizados los meses anteriores, los libros que no nos dio tiempo a leer o que guardamos como lectura veraniega. También sumamos esa lista de series que nos encantaría haber visto en invierno y esas recetas de cocina que fuimos apuntando y dejando “para cuando tuviésemos tiempo”. Y a medida que pasa el tiempo, y la familia crece, cargamos las mochilas de los niños con ilusiones y planes juntos que se quedarán grabados en su memoria y que les ayudarán a crecer.
Es decir, programamos con mayores o menores expectativas de poder realizarlos unos planes sencillos pero especiales y sabemos que para llevarlos a cabo hemos tenido que haber cumplido con nuestras obligaciones los meses anteriores. El verano, al igual que los aprobados en Selectividad, es un premio al que se llega por haber desarrollado unos hábitos que, aunque en septiembre pudieron parecernos costosos y cuesta arriba al final, salieron solos.
Por eso, a todos los estudiantes y familiares de estos jóvenes preuniversitarios, les mando mucho ánimo y ya verán como, si han trabajado y todo sale bien, en nada estarán celebrando el inicio de estación cantando de nuevo la canción del verano de su vida.

Un rayo de sol

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