“Seguramente a Kafka no le hubiera gustado que hiciésemos la obra de teatro”

“Seguramente a Kafka no le hubiera gustado que hiciésemos la obra de teatro”
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Fernando Coronado se sitúa a comienzos del siglos XX encima de las tablas y frente a la cámara, donde sigue rodando capítulos de “El secreto de Puente Viejo”. Entre tanto, forma parte de “Afterwork”, sobre historias que giran en torno a un bar, para vestirse el viernes y el sábado a las 20.30 horas en el teatro Colón la camisa del que mandó quemar todos sus escritos antes de morir a su amigo Max Brod. 
No lo hizo y hoy, los espectadores pueden cazar al vuelo parte de esa magia en “Kafka enamorado”, en la que el Centro Dramático Nacional pone sobre la mesa su idilio con Felice Bauer y cómo sacrificó su sentimiento a cambio de su pasión por contar lo que pensaba: “Es un personaje muy complejo, pero la obra abarca una parte puntual de su vida, no toda”. 
De la relación epistolar que mantuvieron, se van sucediendo quedadas y encuentros y aunque él tenía muy claro qué era lo importante, “se llega a enamorar y se enfrenta a un dilema porque no podía emplear toda esa energía y tiempo que le dedicaba a la literatura”. 
Sin embargo, la trama deja ver que Franz sí quería estar con Felice porque “ella le inspira y es como una musa”, pero en la distancia: “Nos vemos lo justo, decía”. Cuenta Coronado que si al principio, “ella entra por el aro”, después le exige un compromiso y Kafka entra en barrena: “Sacrifica el amor y su vida por su profesión y paga por ello”. El intérprete señala que no se queda frío ante la decisión. Siente y padece y aunque lo primero es la filosofía, “le interesa compaginarla como pueda”. En ese sentido, Fernando lo define como un visionario, por “cómo habla y las cosas que escribe. Presagia la guerra mundial tal y cómo veía moverse al mundo”. 
Ella tampoco se queda corta, asegura: “Era culta e independiente”. De no serlo, no hubiera estado a su lado, cuenta el actor. Lo cierto es que la historia habla de que Franz era un hombre observador que paseaba por Praga: “Muy hermético y con solo dos amigos”. Se le daban bien las mujeres porque su complejidad las atraía: “Aunque no era un tío feo, eran sus ideas y su manera de ser lo que les gustaba de él”. 
“Kafka enamorado” se revestirá de poesía para relatar el comienzo de su historia de amor, de sus idas y venidas cuando “le llegó a escribir hasta siete cartas diarias”. Kafka le seduce con las palabras hasta que ella le pide acercarse y él se va ocultando: “Aparece la cucaracha y ahí está el conflicto”, que va in crescendo. 
De las misivas de uno, se pasa a las del otro y entre medias, se narran tres intentos fallidos de compromiso. De su compañera de baile, Beatriz Argüello, Fernando solo tiene cosas positivas que decir porque empezó siendo pareja de Kafka antes de que él pusiera un pie en la compañía pública. 
La actriz hace de Felice y también de su mejor amiga. Por su parte, Juan Carlos Arraez es Max Brod, botones y sastre en una puesta en escena que le llevó a Coronado a conocer el legado del checo hasta el punto de que afirma que “seguramente a Kafka no le hubiera gustado que hiciésemos la obra de teatro”.
De él, acabó leyéndose hasta entrevistas, crónicas y “un diccionario”. Cuenta Coronado que prueba de su obsesión por contar es que le hacía gracia que en su trabajo en una aseguradora lo ascendieran y lo tuvieran muy en cuenta, ya que, en realidad, “a él solo le gustaba la literatura”.

“Seguramente a Kafka no le hubiera gustado que hiciésemos la obra de teatro”

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