Reportaje | El queroseno de los aviones les dio el poder de transformar en Alameda de Osuna

Reportaje | El queroseno de los aviones les dio el poder de transformar en Alameda de Osuna
Serrano explicó en doce imágenes la esencia de su trabajo | quintana

Dice que es el queroseno de los aviones lo que les volvió “tontos”, pero lo cierto es que Alameda de Osuna es epicentro de creatividad, que sale de la guitarra de Leiva o Rubén Pozo, que fue acorde con Sidecars y Buenas noches Rose, pero también spray con unos chicos que comenzaron con 15 a intervenir el espacio sobre el que masticaron regalices para hacerlo más amable, distinto, y descargar eso que les hervía por dentro y se mecía a golpe de versos de hip hop.


El estilo fermentó sobre el asfalto al mismo tiempo que el rock and roll, donde “existe mucha tradición” y la condición de estar aislados entre emes con carriles: “No podías ir a ningún sitio y pasábamos el día aquí”. Eran cinco como los de los libros de aventuras los que se empeñaron en transformar el lugar, Rubén, Pablo, Pablo, Juan y Javier. Después Rubén se fue, y apareció otro Pablo, un Diego y una Clara, que repiensan las calles, solos o en comunidad y bajo un nombre “Boamistura”, que habla un poco de lo que amasan con las manos.


De todo eso vino a hablar Javier Serrano a Vilaseco dentro del ciclo “12miradas:: Riverside”, del laboratorio creativo del centro y Corporación Hijos de Rivera. El madrileño lo concentró en doce imágenes que cuelgan desde ayer en las paredes de la galería y que simbolizan el viaje que emprendieron con el arte urbano en la maleta y de su intención de moldear las ciudades al gusto conociendo el terreno de antemano y compartiendo brocha.
Su historia, la de Boamistura, empieza en una comida al aire libre, en el callejón de Malasaña donde tienen el estudio y al que cambian el telón de fondo cada poco y a hurtadillas: “Los vecinos están encantados”. La siguiente fotografía es en Noruega. Habla de la capacidad de transformación que tiene “una fina de capa de pintura” capaz de hacer una plaza donde había un párking.

Residencias
De Escandinavia a Sudáfrica, el creador contó en Padre Feijóo cómo la primera residencia artística en Sudáfrica les cambió la vida. Allí conocieron a Amos, que enseña los valores del ciclismo a los niños en su local, que es, en realidad, la suma de tres contenedores de barcos abandonados, que Boamistura pintó con la ayuda de los pequeños: “Nos dimos cuenta de que al hacerlo ellos, lo sintieron como suyo” y eso es tan especial que no dudan desde entonces en fijar como prioridad el trabajo colaborativo.


Esto les hizo coger otro avión a Sao Paulo en 2012, para convivir con una familia en una favela a la que volvieron cinco años después. Ese margen de tiempo les sirvió para comprobar los efectos secundarios porque los cinco callejones en los que ellos y los vecinos tatuaron las palabras amor, belleza, firmeza, orgullo y dulzura, supusieron una cohesión entre estos: “Hoy dos que estaban enfadados y ahora se hablan” y, en general, su viaje a Brasil les reafirmó en su postura de defender la acupuntura urbana, que es “intentar entender un tejido urbano, tocarlo con una intervención” y que los habitantes tomen conciencia. Si tuviera que elegir una capital del arte callejero, esa sería Sao Paulo precisamente, pero destaca lo que se mueve en la polaca Lozd o en Zaragoza y valora positivamente el avance del país en comprender que una forma de crear como la suya dota de identidad a los sitios. La refuerza.
Es algo que trataron de imprimir en Nairobi, cuando pintaron en la plaza donde hacen todo la frase “Sisi ni Mashujaa”, que significa “Somos héroes”. Los más de dos millones de habitantes que viven alrededor lo son “y es como un grito de orgullo”.


El mismo impulso les llevó en Colombia a plasmar la forma de peinarse de su gente en la pared, que viene de muy atrás, cuando las cabelleras eran mapas de accidentes geográficos. Boamistura provocó pálpitos en una tierra convulsa para seguir tocando el corazón que es, al fin y al cabo, a lo que han venido al mundo. Desde Alameda de Osuna.

Reportaje | El queroseno de los aviones les dio el poder de transformar en Alameda de Osuna

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