Reportaje | El escándalo que ni los estudiantes aprenden a soportar

Reportaje | El escándalo que ni los estudiantes aprenden a soportar
Gómez muestra los formularios con las denuncias que ha interpuesto ante el Ayuntamiento | javier alborés

Disfrutar de la noche coruñesa requiere cierto aguante. Vivir en la zona de marcha coruñesa, mucho más. Tanto, que la mayor parte abandona después de un tiempo. La asociación de vecinos se quejó recientemente de las molestias que ocasionan a los residentes el escándalo de los locales que no controlan sus decibelios, pero nadie lo sabe mejor que Marlene Rodríguez, propietaria de un piso en la avenida de Pedro Barrié de la Maza, justo encima del local Paseo Marítimo, contra el que ha cursado docenas de denuncias a la Policía Local. Por ahora, sin consecuencias. Ella no reside en ese primero, que alquila sobre todo a estudiantes. “Tienes que alquilárselo a estudiantes porque son los únicos que soportan el ruido que se escucha”, asegura la damnificada.


Por lo menos, durante la mayor parte del año. Todo cambia cuando llegan los exámenes. De repente, poder dormir ocho horas al día y concentrarse resulta importante. Es entonces cuando hasta los jóvenes más juerguistas se dan cuenta de la molestia que supone tanto ruido. “Abren a las seis de la mañana y empieza todo. Con los ruidos de los chupitos y de la música, y los gritos”, denuncia la molesta casera. Por su parte, la dueña del local Inés Arboleiya, asegura que el local está adecuadamente insonorizado y que, además, ya no tiene música desde que, hace un año, los agentes municipales le cerraron el establecimiento después de reiteradas infracciones. “Ella puede decir lo que quiera, pero lo enciende y lo apaga. Yo he estado allí y lo he oído”, asegura Gómez, que está harta de llamar una y otra vez a la Policía Local para que realice mediciones con sonómetro: “A veces vienen y otras te dicen que está ocupados con cosas más importantes”.


Arlboleiya alega que estas mediciones no se han realizado correctamente, porque no se han efectuado comprobaciones estando cerrado, analizando solo el ruido ambiental. Pero la propietaria del primero mantiene que se hizo correctamente. Ella espera que cierren el local, o que este cambie su actividad, para que sus inquilinos no tengan que soportar esas molestias: “Lo alquilé dos veces este verano y me han pedido la devolución del dinero. Las críticas que me han puesto en internet no tienen desperdicio”.
De momento, ha conseguido alquilárselo a unos estudiantes de Erasmus, un colectivo cuya capacidad para trasnochar es legendaria. Ahora podrán ponerla a prueba.

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