En un país habitado por “Balbinos”

En un país habitado por “Balbinos”
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“Eu son Balbino. Un rapaz da aldea. Como quen dis, un ninguén”. Como aquel niño labriego y todos los que crecieron entre vacas que son alguien, el Mercado de la Cosecha volvió a darles voz en una nueva edición de sus Parladoiros. Promovido por Corporación Hijos de Rivera, Gadis y R, el proyecto subió ayer a la palestra del Rosalía a Cristina, que presentó al público una casa con historia en Xanceda, donde convirtieron el deseo de sus abuelos de tener una granja de vacas en una empresa con el tributo de ecológica como bandera, que no solo hace que 380 ejemplares bovinos pasten en 200 hectáreas.
También producen yogures y otros derivados y los venden. Sin más márketing que una estrategia basada en la cercanía, la casa grande de Xanceda tiene las puertas abiertas para el que guste. Contaba la emprendedora que ante las adversidades, siempre hay una solución.
Es por eso que cuando 14 de sus vacas aparecieron degolladas por los lobos, no sabían ni que los burros eran capaces de detectar el peligro con sus largas orejas ni que los mastines eran los mejores protectores de la base de su economía. Y aunque, “cometimos muchos errores y cometeremos otros más, siempre habrá un hueco en el corazoncito de la gente para nosotros”.
En la misma situación se encontró Alexandre cuando un amigo que emigró a Suiza le dejó al cargo sus panales en Cobelo. No tenía ni idea de cómo cuidar a las abejas, así que se formó y se dio cuenta de la tradición cerera que había a su alrededor. En una zona donde los lagares de la zona no dan sidra, sino velas y figuras religiosas.
De esta forma, Abella Lupa no solo ofrece miel ecológica. También es museo. Para conservar un trozo de patrimonio que se guarda en albarizas. Desde Palas de Rei, Xan contaba que levantó junto con su chica Saleta una explotación de cerdo celta con carnicería incluida. Le llamó Horta de Teodoro, en honor a su abuelo y a los valores de antes cuando las sobremesas se estiraban como los chicles y en su casa el primer bollo que salía del horno era para el vecino más pobre. Relataba Xan que ahora la sociedad estaba “castrada” mentalmente. Que los jóvenes apenas tienen la iniciativa de coger un sacho y plantar y que para volver al campo no es necesario hacer grandes inversiones: “Non se necesita gastar 3000.000 euros nun tractor e máis maquinaria. Tamén se pode plantar patacas a man, por que non pode haber produtos de autor coma o viño?”.
Reconocía, eso sí, que cuando uno decide regresar al rural: “Falo co corazón e empezas a plantar para subsistir”. En su caso, a las patatas les siguieron las verzas y los repollos, pero faltaba la carne así que eligieron el porco celta por la calidad de su carne y se pusieron a preparar chorizos y darlos a probar a los que superaban los 80: “Cando pillaron o punto de antes, deixamos de experimentar”.
De esta manera, la pareja, preocupada por la pérdida de las buenas costumbres, decidió abrir su huerta al resto con campamentos de niños, “onde o importante non é que aprendan a sementar, senón que coñezan os valores”. Porque un buen caldo gallego se consigue con la raza del país “e unto”, Xan animaba a dar un paso al frente a los que dudan.
El que no titubeó fue Juan Carlos cuando conoció a su mujer, una arquitecta que centró su tesis en el desarollo rural. Los dos introdujeron en una aldea de Caldas de Reis una especie, Luffa Cylindrica, que cuelga de cuerdas y de la que se sacan las esponjas vegetales. Hoy en día, han activado el paisaje con 28.000 postes de eucalipto de los que emergen una especie de calabacines sobre los que van avanzando a base de caer y levantarse. Y si Elena cogió recortes de lo que olió desde siempre en casa, el cuero, para darle una vuelta y ofrecer zuecos del siglo XXI, capaces de adaptarse a la última tendencia, Bico de Xeado, convirtió la alta calidad de la leche en helado con ricas variedades que también se acuerdan del país como la de licor café.
En la cita con lo verde, María y Yolanda explicaron cómo un día decidieron meter frutas y hortalizas en tarros de vidrio. El resultado triunfó porque, a diferencia de otras marcas, la suya va pareja a la excelencia del producto. En Facenda O Agro Casa Galeguesa, cerca de la raya con Portugal, potencian las vacas de raza Salers, que se alimentan con forraje y cereales. Sus galeguesas van del monte a la mesa y recientemente han abierto la primera “galeguesería” en el centro de Vigo. Entre todos, hicieron ver que las ideas buenas triunfan en el agro y en la ciudad. En un evento cuyas entradas fueron a engordar con fondos el Programa de Apoyo al Emprendimiento Agroalimentario de la Fundación Juana de Vega.

En un país habitado por “Balbinos”

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