La postura del nuevo alcalde sobre La Marina y su polémico túnel es muy clara: nunca apoyó la obra pero ahora que la obra ya está concluida (o casi, porque falta otro ramal del túnel que no se abrirá hasta octubre), no la va a deshacer. Pero eso no significa que no se pueda modificar. Ayer reconoció en una entrevista de la Cadena SER que había recibido muchas quejas de los vecinos por cómo había quedado la obra que marcó el mandato de Carlos Negreira y que su gobierno tenía pensado “adecentar iso un pouco”.
El problema no es el túnel en sí, sino como ha quedado la obra a nivel de la calle. El objetivo de Negreira era finalizarlo todo antes de que acabaran las elecciones y lo consiguió, pero por poco, aunque ayer Ferreiro expresó sus dudas sobre este punto, al señalar que todavía quedaban zonas en obras en la superficie. Pero el problema va más allá: se trata de un error de planteamiento.
La visión de Negreira consistía en recuperar para el peatón un espacio que poco a poco había sido invadida por el tráfico. Un gran espacio diáfano donde se pudieran celebrar toda clase de actividades. Pero esta visión fue contestada no solo por los partidos de la oposición, sino por parte de la ciudadanía, que consideraba que la explanada quedaba un poco desolada.
El nuevo gobierno local, que mañana entrará por primera vez en María Pita a tomar posesión de su cargo quiere darle un aspecto “máis humano, arranxar eivas, facelo un pouco máis agradable” de lo que lo ha dejado el PP. No se trata entonces de grandes reformas, sino más bien de mejorar el mobiliario urbano. “Poñerlle máis sombra, entre outras cousas”, señaló el nuevo alcalde.