Los murales de la ciudad sufren el acoso diario de los que dejan su sello en forma de “tag”

Los murales de la ciudad sufren 
el acoso diario de los que dejan su sello 
en forma de “tag”
Para los de la librería, el sufrimiento acabará en un mes porque se trasladan al Orzán | javier alborés

La última fue hace unos días, pero llevan sufriendo los ataques del spray desde que a finales de 2011 el primero en pulsar el frasco decidió customizar a uno de los pequeños ratones que escapan en el “Cascanueces”. Cuentan desde la librería de la calle de Cordonería que poco les queda de sufrimiento. En un mes harán las maletas a un local del Orzán con poco frente, aunque con una persiana apta para llenar de arte. El responsable, Pablo Zaera, ya habló con David Pintor, el autor del mural anterior, y piensan en la forma de evitar pintadas, pero no encuentran la receta.
Y es que es difícil escapar de los mal llamados grafiteros porque “si fueran artistas callejeros de verdad tendrían respeto”. Si uno pasea por San Andrés y se mete por las calles que desembocan a la estrecha puede comprobar que los tags, donde los que usan tubos de colores imprimen su nombre sin más, están por todos lados junto con otras improntas de creación más esmerada: “Es una pasada. En La Naval donde eligieron un color clarito para el bajo están pintando constantemente. Ya perdí la cuenta de las veces que tuvieron que borrar las pintadas”. Pablo comenta que cuando se trata de un fresco como el suyo no lo suelen invadir hasta que el primer espontáneo pone su sello: “Es como que abre la veda”.
A día de hoy, apenas se puede ver nada de la trama del cuento de hadas: “La primera dolió mucho y la segunda, después te acostumbras”.

En San Andrés, un bosozoku japonés se ahoga entre letras ajenas que invaden su parcela. Está en el muro que da a la calle de Mantelería. Se trata de una obra que plasmó Miguel Trillo cuando visitó la ciudad en 2012 y desplegó su arte en forma de fotografías en el centro Ágora y también sobre la pared, en esa intención de dejar constancia de las tribus urbanas que pueblan el planeta. Su motorista casi no respira.
En la plaza de Pontevedra, Kse fue capaz de llevar la Marineda que Lugrís pensó en su cabeza al lado de la puerta por la que entran a clase cientos de niños con su mochila, los alumnos del Eusebio da Guarda. La puesta en escena fue una iniciativa de las asociaciones O Mural e In Nave Civitas para hacer ver a la calle la importancia del que pintaba sueños en alto.
Sin embargo, ya durante el proceso de creación, donde el artista se vio arropado por los estudiantes del colegio, le dispararon al corazón para recibir un segundo impacto a los pocos meses. En la actualidad, convive con tags, aunque está fuera de peligro. Otros afortunados son los grafitis que duermen en las columnas del viaducto que atraviesa San Pedro de Mezonzo y Cuatro Caminos. Son el producto de una convocatoria municipal para revitalizar la zona, darle color, y pueden presumir de ser de los pocos que amanecen impolutos en una península donde los artistas callejeros apenas tienen opción de dejar su huella de forma legal.
En la antigua finca de los Mariño, el original casi no ve. Otros le tapan la vista y el resultado es confuso. Invita al caos visual. En este sentido, los afectados no los culpan a ellos, a los de verdad, porque creen que los autores de estas “gamberradas” solo quieren molestar.
Por su parte, la comunidad grafitera lleva tiempo reclamando espacio para expandir el arte que llevan dentro y se macera en encima del asfalto. Se quejan de que en las ofertas de las administraciones para pintar edificios siempre eligen a los mismos y que al final todo queda en algún que otro festival y unos cuantos encargos.
Ponen como ejemplo a localidades como Ordes o Carballo con más sensibilidad por el “street art” y se van hasta Barcelona para destacar propuestas como la de la plataforma wallspot, en la que se puede alquilar un trozo de muro y ser libre durante un rato. Artísticamente hablando.

Los murales de la ciudad sufren el acoso diario de los que dejan su sello en forma de “tag”

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