Si la montaña no viene a la Torre, va la Torre a la montaña

Si la montaña no viene a la Torre, va la Torre a la montaña

Porque si la montaña no viene a Mahoma, va Mahoma a la montaña, la Torre de Hércules detiene al peregrino en plena escalada, a la altura de Triacastela. Le pide un euro, que es lo que cuesta cuñar una moneda con su perfil romano. Así es que allí donde el restaurante Xacobeo ofrece un menú del día para chuparse los dedos, un compañero con bordón pero de metal sirve de postre un souvenir del Camino de Santiago con toque coruñés. 
Cuentan desde la casa de comidas que, aunque el empresario con el que colaboran puso la Torre de forma eventual, el caso es que lleva repartiendo faros milenarios desde hace cuatro años. El padre del merchandising, José Manuel Rodríguez, cuenta que la idea es expandir “torres” en el mismo lugar desde el que ella vigila. El ourensano quiere poner una máquina fabricadora de monedas a los pies del monumento. Ya lo tuvo en el muelle de Trasatlánticos, pero confiesa que el emplazamiento no era del todo satisfactorio porque los cruceristas apenas podían pararse. 
El emprendedor importó el experimento de Rusia hace siete años. Así es que cambió el negocio de las pizzerías por ampliar el mercado del recuerdo no solo en España, también en México. Sus máquinas de transformar monedas de curso legal en souvenirs tienen cara de estadio Azteca, de La Villa o el Palacio de Bellas Artes en América. En territorio nacional, las hay en Salamanca, Segovia, Ávila, Madrid, Valencia, Oviedo y hasta en la catedral de Madrid. En Santiago tiene cinco, pero aspira a colocar una en el perímetro catedralicio. 
Normalmente, comparte beneficios con un local de hostelería donde se aposenta, que se lleva una comisión por cuidar del peregrino. Así es que en Triacastela, Ángel y Eva cuentan con su presencia desde hace cuatro años: “Miramos que non o rouben”. 
Sin necesidad de estar enchufado, el mecanismo funciona con un euro y cinco céntimos. El euro es lo que cuesta el proceso fabril; los cinco céntimos los que se transforman en una bella estampa, que en Triacastela lleva a los que siguen la flecha amarilla a conseguir un botafumeiro de cobre o lo que es mejor, una Torre de Hércules sin mar. Con el verdor que asola en esta parte de la provincia lucense de fondo. n

Si la montaña no viene a la Torre, va la Torre a la montaña

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