Un momento de tristeza que compensan dos meses de una gratificante experiencia

Un momento de tristeza que compensan dos meses de una gratificante experiencia
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María Elena Guerrero Dorado juega con Loris en brazos. El niño de Benim, de apenas dos años de edad, se retuerce inquieto mientras mira todo atentamente, casi sin parpadear, y muy serio. “A pegado un cambio muy brusco”, asegura Guerrero. Cuando llegó a España, hace case unas semanas, la madre de acogida de Tierra de Hombres vino a recibirla al aeropuerto de Alvedro. Entonces el bebé apenas podía moverse porque tenía un ductus, un pequeño agujero en el corazón que hace poco taparon con un procedimiento poco invasivo, un cateterismo. En su tierra natal es imposible para él acceder a estos cuidados pero la ONG se encargó de organizar su traslado hasta el Complejo Hospitalario Universitario, donde el equipo de cardiología del doctor Portela le operó. El viernes volverá a casa, completamente sano.
“Es un poco triste cuando se van, pero cuando están aquí es maravilloso”, asegura Guerrero. Anima a todos los que lo deseen a participar en el programa de familias de acogida de la Fundación porque la experiencia es de lo más gratificante. “Yo siempre quise colaborar en algo así, pero nunca se presentó la oportunidad. Y luego me casé, y tuve una hija y tenía que dirigir la empresa”. Pero un día, conoció a alguien en una rondalla que ya había acogido a un niño y se embarcó a la aventura.
“Un día me gustaría viajar a África a ayudar, pero por el momento me gusta esto”, reconoce. Para ser familia de acogida lo único que hace falta es dedicación, por que se trata de una actividad a la que hay que dedicarle las 24 horas. “Los de Tierra de Hombres tienen que conocerte, así que primero pasas tiempo en el Hospital con los niños, acompañándolos, antes de que te confíen uno”, advierte la madre de acogida. Una vez llega el momento de ejercer esa responsabilidad, todo consiste en no separarse nunca del pequeño. O no tan pequeño, porque se han traído niños de hasta doce años de edad, aunque lo normal es que ronden entre los dos y cuatro años.
Durante ese tiempo están supervisados por Tierra de Hombres, de manera que no pueden llevarlos fueran de A Coruña sin su consentimiento. “Cuando llegan, necesitan de todo, pero eso no es problema porque entre todos nos ayudamos: el carrito, la ropita, los zapatos...”, tranquiliza la empresa metida a madre de acogida.
Pasan un mes, mes y medio o dos meses recuperándose en A Coruña y luego regresan a sus hogares. Antes de Loris fue David, de cuatro años, que volvió a casa en septiembre. “Fue un poco duro. Él quería marcharse para volver con sus padres, pero quería que nosotros nos fuéramos con él. Nosotros le explicamos que no podíamos porque teníamos que trabajar, y el colegio, y la casa...”
Y es que en tan poco tiempo, los niños se adaptan con una facilidad pasmosa. “Se van hablando castellano y hasta gallego. David lo comprendía todo e incluso en la oficina hacía fotocopias”, recuerda entre risas Guerrero. Algunas de las comodidades que se dan por sentadas aquí, al pequeño le parecen extrañas, pero eso tampoco es un problema. “Por ejemplo, la nevera, al principio no sabía lo que era, pero luego lo asociaba la comía y en cuanto la abría empezaba a pedirla”, explica Guerrero, para la que estos detalles hacen reflexionar: “Quizá es que aquí tenemos demasiadas cosas”.

Un día agridulce
A pesar del momento agridulce que supone la despedida, cuando Guerrero preguntó la primera vez a su hija de once años, después de volver con ella y con su marido del aeropuerto, si quería volver a acoger a un niño enfermo ella no lo dudó: “¡Claro, mama!”. También quedan para ellos muchos recuerdos, porque la experiencia se graba en vídeo y fotos y la sensación de que saber que están ayudando a una familia como la suya a recuperar a alguien muy querido. “Como madre que soy me parece muy importante que vayan a recibir a su hijo. Es supergratificante”, declara Guerrero.
No sabe cuándo tendrá que volver a Alvedro a por el próximo niño, pero está deseando volver a hacerlo. Y es que Tierra de Hombres necesita a gente como ella que dedique su tiempo y abra su hogar a los que más lo necesitan. “Sobre todo, lo queúnico que se necesita es buena voluntad”, insiste guerrero. La Fundación lleva desde 1994 realizando este programa que llama “Viaje hacia la vida”, no solo en A Coruña, sino en otras ciudades de la geografía española como Sevilla, Madrid, Málaga o Bilbao.
Además de muchas instituciones, lo que precisa la Fundación es sobre todo la ayuda de la gente anónima, desinteresada, como Guerrero, pasa seguir sacando adelante su proyecto que proporciona bienestar a los que más lo necesitan, a los niños que un día se convertirán en hombres. Los interesados pueden llamar al 610 400 394.

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