“Es que las Meninas ni siquiera son mías”

“Es que las Meninas ni siquiera son mías”
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No son suyas, sino de la segunda persona que está dentro de Eduardo al que le llama daimon socrático. Él fue el que le marcó el ritmo en julio y agosto de 2012. El que le mandó levantarse de la cama y el que le ordenó coger el pincel para reinterpretar a Velázquez. “Las Meninas” de Rivas deberían haberse subido al avión con destino a Nueva York, pero una serie de diferencias con la galería de Manhattan que estaba interesada en colgarlas de la pared hizo que se quedaran en Galicia.
Hoy se pueden ver en Arte-Imagen. Son un total de 30 cuadros de pequeño, mediano y gran formato agrupadas en torno a lo que un día pintó el sevillano de bigote afilado. Cuenta el sadense que la exposición se remonta a 40 años antes cuando visitó el Museo Picasso de Barcelona y descubrió la obra del pintor aportando su personalidad a las infantas, que siguen enfadadas a pesar del tiempo.
Dice el artista que su paso por el Barrio Gótico le dejó huella y aunque en ese momento pasó página y se enfundó un traje para ir de boda, cuando le requirieron un trozo de su impronta desde el barrio newyorquino, el pensamiento fue directamente a ellas. Las que siguen mirando de reojo al espejo.
El resultado es una treintena de piezas que brillan, así al menos las define su autor, menos tres habitadas por siluetas oscuras sobre un lienzo en blanco. Cinco de las que se pasean hasta el 13 de agosto por la sala de Ramón y Cajal estuvieron antes en la feria de arte “Art Shoping” que se desarrolló en las galerías inferiores del museo del Louvre.  
Eduardo prefiere no hablar de sus criaturas porque un padre solo tiene palabras bonitas para sus hijos. Por eso, le deja a los críticos que lo hagan. Desde el sector apellidan a la colección de soberbia. La comparan con un pan de sabor exquisito y galaico. Recio y de “variaciones” dinámicas.
Los entendidos coinciden en que las composiciones transmiten fuerza por los cuatro lados de esa habitación llena de cuadros. Trazada con pinceladas suaves en armonía con sutiles sfumatos, utilizando las yemas de los dedos si el cuadro así lo precisa. Cuenta Rivas que la mayoría de las veces fue la segunda persona la que le sopló al oído lo que tenía que hacer: “Él fue el brazo ejecutor”.
Es algo que le ocurre desde que es un niño. Y pasa que todo lo que le dicta ese otro le sale bien: “Cuando no le hice caso tanto en la pintura como en otras cuestiones la cagué”. Así es que el daimon socrático “aparece cuando más lo necesito” y es la cabeza pensante. De un ejército de meninas que fueron desfilando en dos meses por el estudio del coruñés: “Hubo días que pinté hasta tres obras”. Para compartirlas con el público, que hoy tiene la oportunidad de sumarle a las de Picasso y Bacon las reinterpretaciones de un artista que puja por un museo Rivas en su localidad como un contenedor de arte donde los sadenses podrían aumentar su imaginario.
El autor no descarta una segunda parte. Es posible que ese segundo “yo” le haya dado la orden de completar la colección de 30 con una nueva serie. En este caso, la que se puede disfrutar en Arte-Imagen está entera. Y funciona en conjunto. De ahí que Eduardo no quiera separarla por partes. De esta forma, además de la técnica del artista se ve la intención. Que no se desgrana como el café.

“Es que las Meninas ni siquiera son mías”

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