“Lejos de ser infalibles, se equivocan”

“Lejos de ser infalibles, se equivocan”
Eduardo Sachieri, en un momento de su intervención en el salón de actos de la UNED pedro puig

Se llevó un nuevo reconocimiento a la vitrina hace un mes con el premio Alfaguara por “La noche de la usina”, donde se vuelve a refugiar en un pueblo que solo existe en su cabeza, O’Connor, para describir el estallido de la crisis en Argentina, la iniciativa popular, la revancha y aliñarlo con humor, que es tan necesario como la reacción de los protagonistas de juntarse y luchar.
El autor confiesa que aún no tiene claro por qué escogió 2001, pero “una vez que empieza a rondar la historia, hay que escribirla”. Porque se prometió volver a ese pueblo perdido de Buenos Aires, recuperó el escenario y lo pobló de personas, que “lejos de ser infalibles, se equivocan” y en su imperfección, Eduardo Sachieri esquivó las recetas “macro” para respirar entre gente que deposita su confianza en el hombro del vecino.
De esta forma, todo se lía, “y acaban peor que cuando estaban quietos”, pero es rotundo y desea “que la equivocación nos encuentre caminando”. En ese camino, uno de los protagonistas descubre a la mujer más linda del mundo y entra en escena el amor para contar, Sacheri, un enjambre “que tenía en la cabeza” y tratar de tomar decisiones como autor que agradece como lector. A Eduardo no le gustan los que tratan de dar lecciones de pedagogía en sus libros: “Si me vas a contar una historia, quiero encontrarme cosas en ella”. No quiere quedar indiferente y tampoco adelantarse a los acontecimientos.
Es por eso que no se plantea de momento convertir “La noche de la usina” en película como ocurrió con la oscarizada “El secreto de tus ojos”. Para el novelista, “lo maravilloso del arte es que el que lo recibe se apropie de él y se lo lleve a su vida”. Así que en lo que construyó hace tan solo cinco meses está la angustia cuando se produjo el corralito y daba clases de historia en un instituto. La sensación que “de esta ya no salgo” se puede leer entre líneas, aunque ignora el cómo.
Solo mira al frente y ve un mundo dominado por mezquinos e ingenuos, a los que es difícil distinguir: “A los seres humanos nos hace daño la maldad, pero también la estupidez”. Él lo plasma a través de diálogos con fuerza que tocan: “No sé si me salen bien, pero les dedico tiempo”. Sin ampulosidad. De manera sencilla, Sacheri desmonta el juguete y lo vuelve a montar.

“Lejos de ser infalibles, se equivocan”

Te puede interesar