Jóvenes y mayores, ante la asignatura de la inmigración

Jóvenes y mayores, ante la asignatura de la inmigración
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En una de las aulas del colegio salesiano don Juan Bosco se impartió ayer una lección: la de que partir siempre es difícil. “Nunca lloré tanto en mi vida como cuando abracé a mi padre en el aeropuerto antes de marcharme”, confiesa Ricardo. Este venezolano de solo 14 años también tenía una historia que contar, aunque no tan larga como la de los seis voluntarios que acudieron al aula de tercero de la ESO, que residen en A Coruña tras pasar gran parte de su vida adulta trabajando como inmigrantes en distintos países: Suiza, Argentina, Brasil Canadá o Francia. A ellos se sumó Antonio, también inmigrante en Suiza, que animó a los jóvenes a prestar atención a sus modales: “Con la educación se va a cualquier parte. Respetad a vuestros profesores, que son los que os enseñan”. 
Los estudiantes y los mayores compartieron sus experiencias (o las de sus padres en el caso de los primeros) ayer en un encuentro intergeneracional auspiciado por Afundación y que pretende unir a dos colectivos normalmente separados. “Les interesan nuestras relaciones amorosas y cómo nos hicimos hueco”, explican los jubilados. Muchos de los mayores  recordaban  una época en la que, si se trabajaba duro, se podía salir adelante. 
Aunque las tierras que visitaron eran extrañas, rara vez eran ingratas como si lo fue Galicia. “Nos hemos sentido más extranjeros aquí que allá”, confiesa uno. “A mí me llamaban la americana”, añade otra. Una tercera recuerda que no le dejaron enseñar francés porque no sabía hablar gallego. Para ellos, volver  supuso afrontar una asignatura pendiente.  n

Jóvenes y mayores, ante la asignatura de la inmigración

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