El italiano bipolar que mató a su casero en Outes asegura que solo se defendió

El italiano bipolar que mató a su casero en Outes asegura que solo se defendió
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El italiano acusado de haber asesinado a martillazos a su casero en la localidad coruñesa de Outes afirmó ante el juez de la sección segunda de la Audiencia Provincial que lo hizo tras ser atacado con un cuchillo. En el relato de Mirko S., de 32 años, el fallecido, Ramón Rúa Miguel, se volvió violento cuando trató de marcharse de la granja en la Noche de San Juan de 2011. Hubo una discusión, luego un forcejeó y, tras una pausa, Rúa empuñó un cuchillo. El italiano respondió   “cogiendo un martillo y golpeándolo tres o cuatro veces en la cabeza” y asegura que actuó “presa del pánico”. El fiscal lo considera  un asesinato y pide 20 años de prisión, mientras que la acusación particular eleva la pena a 25 y 150.00 euros de multa.
Por su parte, la defensa pide la libre absolución apoyándose, además de la legítima defensa, en el hecho de que Mirko S. padece depresión y trastorno bipolar así como ansiedad. También  es dependiente y muestra una conducta autodestructiva. Incluso estuvo internado en una institución mental en su país.  Su defensa ha hecho hincapié en su infancia difícil, ya que vivió solo en Italia tutelado por los Servicios Sociales desde los diez años.
En su relato de los hechos, el italiano reconoció que, después de matar a su casero perdió los estribos: “Cuando vi lo que había pasado me quedé impresionado, perdí el sentido, me desmayé. No sabía si estaba vivo o muerto. Era presa del pánico. Pensé que sufriría un linchamiento del pueblo. No sabía lo que hacía”, ha relatado, y se ha mostrado “arrepentido” por lo que sucedió. Ha llamado la atención acerca de que es una persona “legal” que colaboró en todo momento “con la Policía y el juez”, porque nunca quiso “matar” a una persona a la que había “tratado como a un padre”.

desde barcelona
En realidad, según sus propias declaraciones, la actitud de la víctima no había sido tan paternal. El italiano había llegado apenas un mes antes a Galicia  desde Barcelona en busca de trabajo. En la ciudad condal había cedido al acoso sexual de su anterior casero, que entraba en su habitación “con los pantalones bajados para pedir felaciones”.  
Conoció a la víctima en la estación de autobuses de Noia y le ofreció “cien euros al mes” por el alojamiento, a lo que aquel le dijo “que no hacía falta, que llegaba con echarle una mano con la granja”.  Pero la convivencia con él no estuvo exenta de roces.
En su declaración, el acusado explicó que una noche tuvo que dormir a la intemperie porque no le abrió la puerta y, en otra ocasión, tuvo que pedir una cama al dueño de la pizzería que le había dado trabajo, en el que solo duró un día.
Según su abogado, fue despedido una vez contratado por culpa del casero, que no le transmitió un aviso importante.

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