Guerra perdida contra el mal aparcamiento

Guerra perdida contra el mal aparcamiento
La barrera de hormigón de Rúa Nueva

Los aparcamientos indebidos son uno de los principales problemas de la ciudad. Pese a que en el Ayuntamiento acaban de presentar el Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS), en el documento escasean las medidas para tratar de acabar con esta lacra, más allá de una mayor vigilancia policial y la “buena voluntad” de los conductores. Por el momento, ni los bolardos ni las aceras cada vez más altas consiguen impedir que los coruñeses utilicen cualquier metro cuadrado del espacio público para dejar sus vehículos.
Uno de los casos más llamativos es el de Rúa Nueva. La calle, de plataforma única, fue diseñada como un espacio de convivencia entre vehículos y peatones. Pero la invasión del espacio destinado para los viandantes en el tramo más próximo al Obelisco obligó al Ayuntamiento a tomar medidas drásticas, y en la calle luce ahora una barrera de hormigón que impide que los coches puedan aparcar allí.
No es el único caso en el que fue necesario recurrir al cemente. En Matogrande se optó por implantar una mediana en la calle de Enrique Mariñas para acabar con la doble fila. La medida no impide que muchas veces los coches aparquen sobre dos ruedas encima de este elemento disuasorio. También es muy habitual encontrar coches invadiendo la parada del autobús en la rotonda central del barrio, en la calle de Juan Díaz Porlier.
En Os Castros, es habitual que los conductores empleen la isleta pintada en la calzada en el cruce de General Sanjurjo con Vales Villamarín como un párking público. Algo parecido ocurre en El Ensanche. En Emilia Pardo Bazán, a la altura de Juan Flórez, la isleta que hay dibujada en el suelo está siempre invadida por coches o furgonetas. Al igual que el paso de peatones que cruza la acera, donde los conductores aparcan en batería a sus anchas.

aceras más altas
Otra de las medidas que se intentó en la ciudad para acabar con los estacionamientos en el espacio reservado a los peatones fue la construcción de aceras más altas. La idea tuvo poco éxito. Basta darse una vuelta por la avenida del Metrosidero. Los coches aparcan en batería encima de las aceras como si de plazas públicas de estacionamiento se tratase.
Algo similar ocurre en el cruce de la calle Barcelona con la Villa de Negreira. El barrio del Agra do Orzán es uno de los que más sufre la falta de espacio para aparcar al aire libre. Pese a que con la reforma de la Villa de Negreira se crearon unas aceras más altas, los conductores no tienen ningún problema para acceder al interior de las mismas a través de la rampa reservada para los peatones, y estacionar en el medio del espacio habilitado para los peatones.
Otro caso curioso es el de la calle de Ángel Senra. La única vía peatonal de Os Mallos estaba sembrada de bolardos antes de que se llevase a cabo la última reforma. Una de las demandas de los vecinos era que se aprovechase la obra para retirar todos los postes que se habían colocado en las esquinas, la mayoría de los cuales se encontraban torcidos como consecuencia de los golpes de los coches. Así se hizo y el resultado fue una calle llena de vehículos durante las horas del día de mayor intensidad de tráfico.
Os Mallos no es el único que sufre los malos hábitos de los conductores. Pueden verde vehículos invadiendo aceras, isletas o paradas de autobús desde Ciudad Escolar, en especial en la avenida de Gran Canaria, hasta Monte Alto.

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