La Guardia Civil logra en Eirís la mayor aprehensión de metanfetamina de la historia de A Coruña

La Guardia Civil logra en Eirís la mayor aprehensión de metanfetamina de la historia de A Coruña
Los coches de alta gama confiscados, en el aparcamiento de la Comandancia de Lonzas

Fue el fruto de ocho largos meses de trabajo a la vieja usanza: sin pinchazos telefónicos, únicamente siguiendo al objetivo día tras día hasta descubrir su modus operandi, lo que la Guardia Civil denomina “actividad operativa”. Pero esta semana, tanto trabajo por parte del grupo coruñés del Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga (EDOA) se vio recompensada con un gran éxito: la detención de tres individuos que formaban una banda de narcotraficantes de nivel medio-alto cuyo cabecilla, un lucense de 28 años, residía en Eirís. Se confiscaron cuatro kilos de cocaína, el alijo más grande de los últimos años en la ciudad, y 400 gramos de metanfetamina, la mayor aprehensión de esta sustancia en A Coruña hasta la fecha.
Según la Comandancia de la Guardia Civil, el cabecilla, P.S.C. se habría asentado en A Coruña buscando pasar desapercibido. Desde allí, con la asistencia de M.L.P, de 31 años; D.R.C. de 33, y J.C.Q. un colombiano de 27 años, que también viven en A Coruña, vendían estupefacientes a gran escala. “Venían desde fuera a comprársela”, aseguran fuentes cercanas a la investigación.
Pero a pesar de su afán por pasar desapercibidos, los narcotraficantes no pudieron resistirse a gastar parte de sus ganancias en coches de alta gama, a pesar de que P.S.C. no tenía ningún empleo conocido.
 

Medidas de contravigilancia
El narcotraficante había levantado las sospechas de los investigadores desde hacía tiempo a pesar de que no contaba con antecedentes, de ahí que hubieran montado una vigilancia policial en toda regla, en la que cinco unidades se turnaban para evitar levantar sospechas entre los vecinos de Eirís. No hubo ningún elemento tecnológico en la vigilancia. No podía ser de otra manera: la banda utilizaba sistemas para evitar su detección, como un inhibidor de frecuencias, que más tarde fue intervenido.
A pesar de todo, los miembros del EDOA consiguieron mantener el dispositivo sin despertar sospechas hasta este miércoles, cuando descubrieron que sus sospechosos iban a efectuar una entrega. Fuentes cercanas a la investigación señalan que en estos casos hay que confiar en la suerte en parte porque nunca se puede saber exactamente cuánta droga llevaban en el coche que se dirigía a la cita. “Al final, tienes que jugártela un poco”, explican.
El olfato policial en este caso no falló y cuando el grupo del EDOA intervino en la rotonda central de Pocomaco, donde los narcotraficantes habían quedado con los compradores, los pillaron nada menos que con dos kilos de cocaína, una cantidad que de por sí habría justificado la operación.
Todo parecía haber salido bien pero saldría aún mejor en el piso del lucense, situado en el corazón del barrio de Eirís, donde los guardias civiles encontraron otros dos kilos de cocaína, y 400 gramos de metanfetamina –una sustancia mucho más rara–, además de material para la adulteración, prensado y distribución de la cocaína y alrededor de 23.000 euros en efectivo.
Esa noche, los tres coches de alta gama que habían adquirido los traficantes con sus ganancias de la droga la pasaron en la Comandancia, al igual que sus propietarios.

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