El funesto final de la capilla que nombró a un barrio

El funesto final de la capilla que nombró a un barrio
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Se situaba esta capilla en la calle de la Atocha con la fachada hacia la de San Juan y se sostenía con las ayudas de los vecinos. La capilla de Nuestra Señora de Atocha también era conocida como la capilla de Santo Tomás, patrón de aquel populoso barrio que lleva su nombre y que allí tenía su culto. Al mismo se le llamó en los siglos XII-XIII –según apuntes de la época– el Barrio de la Marina, que en los últimos tiempos pertenecía a la parroquial de San Nicolás.
       Se ignora la fecha de la fundación de la capilla de Nuestra Señora de Atocha, pero se cree que esta data de antes del siglo XIV. El pequeño templo pretendió, en su momento, ser considerado como la primera iglesia parroquial de la ciudad pues se reedificó sobre los restos de un templo anterior. En su interior y adosado a una de sus paredes se hallaba un bajorrelieve ojival que representaba a Santiago Apóstol, peregrino. A su lado había una piedra tubular en la cual aparecía grabada una figura desnuda que representaba a Jesús sobre un sepulcro. Al pie y en su cabecera permanecían dos mujeres arrodilladas en señal de adoración una, y la otra, con una de sus manos levantadas en muestra de resurrección de Jesucristo. El conjunto daba la sensación de que el Apóstol Santiago quisiese participar en la ceremonia.
       También eran interesantes sus cuatro pequeñas piezas de bajorrelieve, situadas en el exterior y puestas a modo de escudo adosado a uno de los muros de la capilla. Estos mostraban la representación de un león, un dragón alado con un libro abierto, el medio cuerpo de una figura humana que cubría la cabeza con un bonete y, por último, estaba el águila de San Juan. Todos ellos disponían de su respectiva leyenda escrita pero con el paso del tiempo aquellas inscripciones se fueron borrando. En el lado derecho de las rocas graníticas en que se asentó el templo había grabada una gran cruz. 
La capilla pertenecía al Patronato municipal, tal como figura en un expediente de 1693. Sus dos libros, depositados en la Grande Obra de Atocha, nos hablan del apogeo pasado de esta capilla, que fue de 1713 a 1806. Los volúmenes están a disposición para el estudio de los interesados en conocer un brillante pasado de donaciones para el engrandecimiento de Nuestra Señora de Atocha. En ellos se recogen las actas del Cabildo y de la Cofradía y aparecen donaciones cuantiosas de cera para iluminación del edificio.
En ella oraron, entre otras célebres personalidades, Cosme III de Médicis, duque de Toscana, en 1669. En 1868 hicieron lo mismo la Reina de España, Isabel II y su marido Francisco de Asís, durante su estancia en La Coruña con motivo de la inauguración de las obras del ferrocarril Palencia-La Coruña, que 25 años más tarde uniría la ciudad con la capital del Estado.
El terreno que circundaba la construcción era totalmente de origen granítico, el atrio asentado en aquel rocoso suelo servía como tal y allí se reunían los fieles para sacar en procesión a la Santa Virgen de Nuestra Señora de Atocha. Situado hacia el Oeste se ubicaba un bello crucero, del que no existe apenas constancia –solo apuntes de su existencia– y contaba con la Cofradía y Hermandad de Nuestra Señora de Atocha, que es anterior a 1775.    
El 25 de febrero de 1908 se accede a una solicitud de Ezequiel Fernández Miranda en la que pedía llevar a cabo en dicha capilla la obra de renovación de la parte de la techumbre del altar mayor, elevándola unos 50 centímetros. En la sesión plenaria municipal del 28 de diciembre de 1910 se concedió a Manuel Reimúndez autorización para ejecutar las obras de ampliación y conservación que se contrae al plano y memoria explicativa. Le pusieron la condición de ajustarse a los preceptos de las ordenanzas municipales. 
La excepción estuvo en el rasgado de la ventana del muro sur, que al dar a la vía pública podría después tomarse como servidumbre sobre la misma. Por tanto debía quedar como estaba y la vertiente de las aguas de cubierta al patio se tenía que hacer hacia la calle, coronando el muro de cierre que daba a esta con una cornisa horizontal.                   

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Por lo demás era una fábrica de escasa consideración y desapareció en 1927. Estaba adscrita a la Iglesia Parroquial de San Nicolás y se situaba entre los solares de los números 28 y 32 de la calle de la Atocha Baja. Su último capellán sería Baltasar Pardal Vidal, quién en 1945 vendió los terrenos donde se había asentado dicha capilla a Enrique García Raposo por 3.000 pesetas. 
El solar abarcaba apenas 61,35 metros cuadrados y en su lugar se construyó un inmueble que en 1946 ya estaría habitado y al que, en 1961,  se le aumentaron dos pisos para alcanzar las cuatro alturas. 
El promotor aprovechó algunos sillares de los muros del templo derruido para levantar dicho inmueble, que hoy se puede apreciar después de haber desaparecido el tapón urbanístico que los ocultaba. Todo un interesante hallazgo para intentar poner en valor su antigüedad y señalar que allí existió una humilde capilla que dio nombre a todo un barrio.
A escasa distancia en la calle de San Juan se levantaba otra antigua ermita con abdicación a dicho santo en donde con el paso del tiempo, entre los años 1918 y 1923, se levantó el grupo escolar La Grande Obra de Atocha. Los libros que hacen referencia a dicha capilla se guardan en esa institución, de la orden de las Hijas de la Natividad de María, y datan del siglo XVIII.

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