El eterno dibujante de detalles

El eterno dibujante de detalles
Enseñó los dibujos que hizo para un pabellón en Los Ángeles y que lo definen como arquitecto patricia g. fraga

Igual que sus edificios, Álvaro Siza pasó a engrosar las filas de la Real Academia Galega de Belas Artes sin hacer ruido, sobrio y con un montón de papeles proyectados sobre la pared, que fue pasando uno a uno, pintados a mano porque ahí reside la magia de su arquitectura. Dijo Xosé Manuel Casabella al responderle a su discurso de entrada como académico de honor que los trazos hechos a mano, además de herramienta de estudio, son un placer para el artista.

Él esboza detalles como quien escribe apuntes al margen de una libreta y ese potaje es la base que lo convierte en grande. Quizá por su experiencia de levantar viviendas sociales, nunca se olvida del que habita dentro y de lo que hay fuera. De traicionar al contexto, Casabella recordó, la obra final sería una arrogancia.

Por eso, los bloques que ventilan su nombre y que ayer fueron sucediéndose como postalillas en Belas Artes arrastran conciencia social, que le llevó a ser partícipe de todo ese movimiento que se generó en Oporto cuando los estudiantes impidieron que los que vivían en islas, construcciones obreras donde vivía el 50% de la gente, no fueran defenestrados a la periferia.

Para poner un pie en la academia, Siza eligió el pabellón del Instituto Berggruen que edificó en Los Ángeles para destilar la esencia de su trabajo, entre colinas e igual de sobrio que el resto. Enumeró todas y cada una de las soluciones con las que fue “transformando a realidade” para hacer ver a las miradas de los que llenaron el salón de actos que las suyas no caducan. Por su parte, Casabella habló que lo de ayer confirma una relación de años, de cuando Siza participó en la primera actividad de la escuela de Arquitectura coruñesa hasta cuando dejó su huella en las dos criaturas que plantó en Compostela, la facultad de Periodismo y el CGAC, y el Café Moderno pontevedrés.

Genialidades
Lo definió como un genio de los volúmenes sencillos, inventor de pormenores que lo hacen pasar desapercibido y activador de los sentidos. Así lo hicieron ver también los organizadores del Premio Pritzker de Arquitectura en 1992 cuando le dieron el galardón. Hoy es uno de los candidatos al Premio Mies van der Rohe por el Museo de Artes da Fundación Nadir Afonso, en Chaves.

En su labor de ponerles viviendas a los carentes de recursos y de rehabilitar las de los que vivían en las entrañas de Oporto, su obra no se puede entender sin la gente porque “a arquitectura non so é a disposición de portas e xanelas, é a creación dun marco onde o home desenvolve a súa vida”.

Siza defiende que hay que ir más allá de la construcción. Solo así los espacios consiguen autonomía y belleza. Y el que quería ser escultor y se quedó prendado de cómo Gaudí hizo de la arquitectura escultura, no dejó de hacer dibujos desde que entró en la facultad de Belas Artes: “Fanos a calquera hora con trazos moi puros”. Ellos son el germen de un genio al que fueron a buscar sus alumnos. Necesitaban a un profesional que empujase su pequeña revolución para no excluir y sí incluir. Al final, su modelo de arquitectura social se extendió por todo el mundo.

Él quedó estigmatizado en su país durante un tiempo, pero Europa le pidió que siguiera dibujando para ofrecer abrigo, que es para Siza lo más importante. Porque la vida está llena de detalles y la arquitectura también.

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