Empieza la cuenta atrás para la gran cita

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Esta obra de Martínez Abades contextualizará la época en la que Picasso vivió en A Coruña

El desfile de cuadros comenzará una semana antes del 19. Encima de la mesa, el museo de Belas Artes maneja un calendario que le hará ir saludando cada jornada a una remesa de piezas claves para entender al genio. Así hasta 200, que formarán parte de “El primer Picasso”. Con ellas, se desplazarán los correos de Málaga, París y Barcelona, que son personas del cuerpo técnico de cada centro que donó mercancía,  encargados de vigilar que el lienzo se devuelva de la misma forma que aterrizó en A Coruña y de que se cumplan cada una de las condiciones que se firmaron en el contrato. Cuentan desde el edificio que cuando se trata de cesiones de particulares, es raro que alguien se desplace.
Las obras fichan una vez que llegan. Es como un escáner con palabras donde salen a la palestra las anomalías y desperfectos que padecen. De esta forma, Belas Artes comprobará que las genialidades que pintó el malagueño se marchan igual que vinieron. En la muestra más importante desde que llevan abiertos por ser quien es el autor y la trascendencia que tuvo, el montaje se presenta complicado, según explican sus organizadores. Habrá que levantar mucho tabique para que las partes queden bien acotadas. Y el visitante pasee entre el Picasso estudiante. Se detenga en la época en la que se le dio por ser cronista cuando plasmó todo en hojas de periódico. Y planee entre el bestiario donde las palomas se colocarán en la misma parcela artística que los perros y los toros que siempre estuvieron ahí. Junto a la mirada de sus personajes. El retrato ocupará otra leira y con él, su muchacha de los pies descalzos, el que le hizo al intelectual Pérez Costales y los mendigos de barba que después seguiría plasmando.
Y es que el objetivo principal de la exposición radica en la idea de que el pequeño Pablo vino siendo un niño a la ciudad y se fue con una vocación clara metida en la maleta. Por este camino, la puesta en escena emparejará muchas de las creaciones del pintor con las que fluían en este trozo de tierra cuando Picasso dibujaba torres de caramelo. Muchas descansarán al lado de otras que registró en su memoria. O de temáticas que descubrió en esta punta del mapa y que más tarde interpretó. A su manera. Sobre los cristales de la primera planta se pegarán vinilos de fotografías de Picasso. Quizá la parte más difícil esté en la gran cantidad de obras en papel que se podrán ver. El primer Picasso pintaba en hojas. Que son muy sensibles a los cambios de luz.
Por esta razón, la mayoría de las creaciones en celulosa no se exponen durante mucho tiempo. Normalmente descansan en la recámara. Para la ocasión, Belas Artes enseñará una buena parte de ellas. Si ya el mundo del papel es complicado, el hecho de que Pablo utilizara cuartillas escolares de peor calidad convierte en reto una muestra donde los focos estarán programados para que no se produzcan daños.
Cuenta el experto Manuel Mosquera que el papel solo soporta 50 luxes, que es la unidad de la intensidad de la luz, 150 si se trata de un óleo. La ventaja de este siglo es la incorporación de los leds, “que emiten prácticamente luxes ni ultravioletas”, dice Mosquera. Tampoco dan calor y esto permite que las láminas no sufran. Además, en la planta baja, se levantará un ejército de yesos, que fueron modelos que Picasso copió en Bellas Artes, y que dormirán sobre peanas. Belas Artes contará el proceso. De cómo Pablo fermentó sus ideas sobre los géneros de la época. De sus relaciones con Isidoro Brocos y de cómo imitó todo lo que vio. Se refugió en el costumbrismo y aspiró temáticas. Para llevarlas a su terreno.
Sus confluencias serán observadas al detalle en visitas para escolares, grupos y particulares. Los niños podrán realizar una expedición que comenzará en el museo y terminará en su casa de Payo Gómez. El ciclo de música que Belas Artes dedica a las diferentes épocas artísticas sonará a todo lo que se escuchaba a finales del siglo XIX. Y los distintos colectivos se sumarán al año en el que se cumplen 120 de aquel escaparate picassiano de la calle Real con exposiciones como la que prepara la Fundación Jove en el Kiosco Alfonso, en la que artistas contemporáneos enseñarán sus variaciones sobre “La modelo en el taller” o la del Museo Militar sobre Román Navarro. La Fundación Seoane y Afundación también tienen pensado girar en torno a un hombre que nunca se despegó de sus primeras piezas. Las tuvo siempre cerca. “Y eso es extraordinario”, señalaba Manuel Mosquera.

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