El edificio con forma de ola se hace más atlántico con los murales de Lugrís

El edificio con forma 
de ola se hace más atlántico con los murales de Lugrís
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“Soy un pintor del mar” reza una de las placas; gallego, que es la razón por la cual Lugrís no pintaba de manera realista. Así que de las profundidades que él y solo él tenía en la cabeza sale “Paredes soñadas” una exposición que inunda de azul la sede Afundación. Es un vinilo de medusa en el ascensor y un mar de olas que hace de marco en la entrada.

La muestra complementa al mural “Vista de A Coruña 1669”, que se abre mañana al público en la sede de Los Olmos. Financiada por Abanca, la ciudad vuelve a recuperar una pieza que siente como suya. De ahí, la importancia que recobran los murales que se pueden ver en la entidad hasta el mes de septiembre. Su comisario Rubén Ventureira contó en la presentación que lo que la hace especial es la disposición original de las mismas.

Vuelven a estar otra vez en su contexto para que el ojo se haga una idea más exacta del universo Lugrís. Suman 107 con recreaciones que llevarán al espectador al Brasa y Vino de Los Olmos para ver la bóveda que pintó en el restaurante Fornos desde la perspectiva silla. Por su lado, el vicepresidente de Abanca, Juan Carlos Escotet Rodríguez, señaló que después viajarán a Vigo como la parada última del viaje del artista. Del de la calle Real, habló que lo restauraron porque “si no lo hacíamos nosotros, sus colores se apagarían hasta ser irrecuperables”. Hoy brillan más que nunca, ayudados por los barnices que aún tienen que penetrar, contó la directora de Arteca, Carmen Jiménez.

La muestra parte de las primeras obras que se conservan de los 40 cuando utilizaba telas como soporte y el mar era más ancho y termina en las más surrealistas. En una de ellas, inconclusa, se puede ver el proceso. De cómo Lugrís extendía primero el blanco por todo el lienzo para trazar los detalles con el lápiz y rellenarlos. Aunque una cantidad importante pertenecen a los fondos de Afundación y Abanca, “Paredes soñadas” se reviste con préstamos de particulares como los que llegaron a ocupar una barbería en San Andrés. Son murales arrancados de la pared que hoy duermen en una galería.

Al lado, un mapa de Galicia confinado a un contenedor habla de su pasado en un garaje en Marqués de Amboage y tres piezas cuentan que fueron parte del mobiliario del Gran Hotel de Vigo. Ahora saludan a los universitarios en Santiago y Lugo.


La muestra provoca el reencuentro del conjunto que diseñó para la iglesia de Vilaboa y que provocó más de un quebradero de cabeza a su párroco. Lugrís tardó más de la cuenta, pero él solo se limitó a decirle: “Si esto fuera tan fácil como dar misa ya lo hubiera acabado”.

anécdotas
Y es que Urbano no se entiende sin el chascarrillo, sin la anécdota que convierte su visión de los milagros de San Gonzalo en geniales porque lo que plasmó en esta serie y que acabó en el monasterio de Caaveiro fue la versión que le contó Álvaro Cunqueiro de estos pasajes, según Ventureira. Junto a ellos, posan san Rosendo, Trahamunda, y Pedro de Mezonzo, que van en la línea y velaron por los enfermos en el sanatorio Álvarez.

Aquí está también el boceto de lo que iba a hacer en la bóveda de San Pedro de Visma y que quedó en proyecto. Nadie de la parroquia sabe nada. Tampoco los del hotel Compostela, de la plaza de Galicia de Santiago: “Se supone que intervino en el edificio”, pero desconocen su idilio con Lugrís, por lo que el investigador asoció una de las creaciones que conserva Abanca de temática xacobea con el encargo en cuestión.

Lo que sí está confirmado, gracias a la familia Arenas, son las razones por las que pintó una puerta con mirilla y vistas a Castilla en memoria de su mujer: “Sufría cuando tenía que alejarse del mar” y un Quijote. Ambas sirvieron para separar espacios en la librería Cervantes que en la actualidad es pulpeira.

Quizá la intervención más llamativa es el “Retablo del descubrimiento”, 13 tablas perfectamente ordenadas que terminó con su “rosa de los vientos” y un Hernán Cortés al galope de un caballo blanco. Lo creó para el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid.

Otra recreación conducirá al público por la casa de Miguel San Claudio San Pedro, “gran mecenas de Lugrís”, que sumergió sus estancias en Atlántico. También está un mural que Francisco Franco disfrutó a bordo del “Azor”. Lugrís se arrepintió de hacérselo y años más tarde dijo que, en realidad, “había utilizado pintura envenenada”.

Comentaron desde Afundación que hay por lo menos tres obras que están atascadas en inmuebles: “No se pudieron sacar”. En una sala aparte, se reconstruye de forma virtual su pequeña Capilla Sixtina. Es la de los Santos Reis de Bueu que uno puede disfrutar con gafas. Los dibujos previos están en vitrinas. Dice Ventureira que también son un milagro, al igual que la mayoría de lo que puebla el edificio que es ola como Lugrís. Alguien los rescató de la basura.

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