Baños de agua desionizada y jabón para limpiar el sueño más largo de Lugrís

Baños de agua desionizada y jabón para limpiar el sueño más largo de Lugrís
Dos expertas realizan tareas de limpieza sobre el mural pedro puig

“Nadie amaba los rincones más íntimos y auténticos de la ciudad como Urbano Lugrís”. Lo afirmó su gran amigo Antón Avilés de Taramancos. El pintor quiso tanto al conjunto alegre y acogedor que penetra en el mar, que su conocimiento piedra por piedra, etapa por etapa, era aterrador, contaba su compañero inseparable. Por eso, “A Coruña 1669”, el mural que hoy vive en los Olmos se llama así porque, en realidad, el artista lo copió en 1952 de una ilustración que hizo Pier María Baldi para constatar lo que pisó Cosme III de Médicis cuando la Torre de Hércules todavía no había recibido los trabajos de chapa y pintura de Giannini en el siglo XVIII y el atlántico lo surcaban galeones.
Lo que Abanca y la firma Arteca restauran se lo encargó el Banco Hispano-Suizo al genio junto a otros tres más que ya no se conservan y que le ponían arte a las transacciones económicas. La razón que convertirá al mural en el primero lugrisiano de su especie en recibir los honores de BIC está en que es el más grande y de los más emblemáticos de su carrera.
Le costó tiempo al coruñés colocar la península de tres siglos antes en el lugar convenido. En un informe histórico firmado por los expertos Rubén Ventureira y Antón Castro ambos constatan que el autor recibió 50.000 pesetas –ahora el pago sería de unos 100.000 euros– por pintarla y varios toques de atención porque es cierto que artistas y banqueros no comparten la misma forma de medir el tiempo. Uno de los botones del Hispano-Suizo, Fernando Suárez Souto, aseguró en una entrevista que el artista no remató su sueño oceánico más largo hasta que tuvo los billetes en mano.
El caso es que seccionada en siete, la obra viajó por la parte más lisa de Rúa Nueva para no sufrir embistes. La sacaron con el muro incorporado en una técnica conocida como “stacco a massello”, al límite, porque las siete partes llegaron muy mal de salud a la oficina de los Olmos. Un mes tardaron en hacerlo con abombamiento en la parte derecha incluido y provocado por unos escombros que amenazaban con borrarlas del mapa.
Sin embargo, tanto el técnico Francisco Muíños como el responsable de la colección de arte de Abanca, Fernando Filgueiras, explicaron ayer que entró viva y que en su estado más crítico, fue asistida por la directora de Arteca, Carmen Jiménez y la experta Esther Castro.
La semana que viene, cuando se finalicen las tareas propias de limpieza, se incorporarán unas terceras manos para comenzar con el estucado. Hasta ahora y después de instalar el mural en la misma orientación en la que iluminó a otro banco y fue testigo de los bailes de La Granja y de los cafés del Vecchio, procedieron a cubrirlo con papel japonés y gasas para protegerlo y arrancarle una gran cantidad de porquería.
El imán de la suciedad todavía se puede ver a modo de parches en zonas donde la policromía está en riesgo.
Distintos factores juegan en contra. Su grosor es muy fino, apenas cuatro centímetros, y la preparación de Lugrís antes de plasmarlo fue muy pobre. También los medios, ya que no utilizó aceite de oliva sino de ricino como mezcla. En el reto de reavivarlo, usan resina con el objetivo de que no se dilate ni se contraiga como en un parto. Descansa en una estructura metálica y recibe baños de agua desionizada y jabón neutro.

estucado
Lo más difícil vendrá justo después con el “relleno”, que es algo así como cuando uno le da una capa de pintura a la casa, explicó Muíños: “y se empasta, se lija, se vuelve a empastar...”. El proceso, porque la parte más artística es “un trabajo de chinos”. La unificación cromática pasa por poner a jugar a miles de colores bajo una norma internacional que no da margen al error: “Tiene que ser perfectamente identificable de lejos y de cerca deben verse todas esas rayas”.
Arteca tratará de que la superficie sea libre y que las huellas sean mínimas. Que no se noten en un espacio acondicionado para que respire en la temperatura adecuada. Con la humedad y la luz correctas. Y en un emplazamiento donde “A Coruña 1669” hará el muerto en un mismo mar. Compartido por fondos de Abanca y un vídeo, que recogerá toda la restauración.
No ponen fecha. Dicen que el estucado tiene la última palabra, pero los coruñeses pueden ser parte curiosa de esa puesta a punto. El mural está a la vista.
Enfrente, el conjunto de obras que Lugrís pintó en el restaurante Fornos miran de reojo. Tienen la misma edad, pero una peor situación: “Fueron pintadas directamente sobre las paredes y cortarlas es imposible”. Muíños las define como la Capilla Sixtina y las segundas en el ránking de importancia. En una perpendicular, unos caballos relinchan ahogados en un patio de luces del hostal Linar. En la Estrella, Lugrís en formato reloj observa a los que van al baño. Los dos del local son los que mejor se conservan por dar con un dueño concienciado.
En general, el universo Lugrís pide papas. Cada uno de ellos, como puntitos de magia, guardan vez en la sala de espera para seguir haciendo soñar.

Baños de agua desionizada y jabón para limpiar el sueño más largo de Lugrís

Te puede interesar