El auténtico bólido italiano del agro gallego

El auténtico bólido italiano del agro gallego
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Cuando uno se imagina al volante de un clásico italiano de los años sesenta piensa normalmente en un Ferrari o en un Lancia. Sin embargo, el caso del aparato de Jesús Varela es muy distinto: el pilota una Bertolini 124D, la segadora con la que estos días limpia el terreno de su finca de Perillo. Aunque tiene una empresa de importación de papelería, cuando se sube a esa máquina se siente transportado en el tiempo, y vuelve a la aldea de Narla, en Friol, cuando él era un joven que se dedicaba a hacer trabajos a sus vecinos. 
 Cuando la mira, no puede evitar recordarla cuando lo compraron sus padres, allá por 1964. 
“Pagaron 117.000 pesetas, lo que costaba un 600”, comenta. Pero la pequeña máquina lo valía, porque significaba una revolución en el por entonces todavía muy atrasado agro gallego. “Transformó el sistema de siega, pasando de la guadaña y la fouce a una maquinaria moderna. Fue una gran revolución en esa época”, asegura.
Enseguida se hizo muy popular, entre los agricultores, pero hubo un periodo en la que los padres de Varela eran los únicos del pueblo que tenían la Bertollini, y el joven Suso descubrió que podía sacarse un dinero realizando tareas para sus vecinos en esos días largos de los interminables veranos de su juventud, cuando todavía era un estudiante. “Iba por el camino y la gente oía el ruido del motor y me salía al paso para pedirme que segara su campo”, recuerda. Eran los años ochenta y él les cobraba el equivalente a 2,5 euros la hora. 
La Bertollini siguió devorando  de forma incansable trigo y hierba durante décadas, demostrando que se trataba de una máquina infalible y capaz. Varela calcula que su familia le sacó 430.000 horas de trabajo a lo largo de unos treinta años. A veces diez o doce horas diarias. “Nunca dio ningún tipo de problema”, asegura. 
Durante un tiempo, fue la reina de los campos en toda Galicia, a medida que su uso se propagaba por todas las explotaciones agrarias. Pero hasta las máquinas mejor construidas pasan de moda, y llegó el turno a la Bertolini de verse superada, en este caso por las segadores de rotativa que se instalaban en los tractores. 

en perfecto estado
Pero Varela no estaba dispuesto a abandonar a su compañera de su juventud, así que en los noventa se la trajo con él a su propiedad de Perillo, donde sigue cumpliendo su trabajo como el primer día. Hoy en día, la Bertolini sigue presente en muchos graneros de Galicia, pero lo normal es que críe polvo en un rincón, olvidada y oxidada. Es muy raro que permanezca en perfecto estado y operativa, como es el caso del ejemplar de Varela. n
Porque él asegura que la máquina, a sus 50 años, sigue siendo tan efectiva como lo era el día en que salió de la fábrica y que el tiempo no ha conseguido reducir su rendimiento ni un poco. “Ha habido que cambiarle alguna cosilla, pero nada más”, añade. Es la ventaja de ser una máquina, que basta con sustituir una pieza para seguir adelante. Y como Varela quiere que dure muchos años más, ha comprado otra Bertolini fuera de uso para usarla como fuente de piezas de repuesto, de manera que es muy probable que esta segadora, que comenzó su andadura por los años sesenta, tenga por delante mucho tiempo más. 
En realidad, para lo único que han servido los años es para convertirla en un clásico, así que su dueño está pensando en ofrecerle un sentido homenaje, que marcó un hito en el agro gallego y español, así que cuando haya segado sus campos, tarea que comenzó ayer, piensa retirarla de su finca y exponerla, igual que se haría con un Ferrari o con un Porsche, aunque no suscite pasiones entre los amantes de la velocidad. 
La previsión de Varela es que se pueda lucir en el restaurante la “Cantina de Narla”, que se encuentra en el polígono de Espíritu Santo, en la rotonda que da acceso a la ITV, donde permanecería desde el 15 hasta el 20 de este mes. Durante estos cinco días todo el que lo desee podrá acercarse a contemplar esta pieza de ingeniería italiana que revolucionó la forma de entender el trabajo en los campos gallegos, aunque quizá si son urbanistas no puedan llegar a comprender hasta qué punto una máquina tan simple como esta segadora supuso todo un acelerón.

El auténtico bólido italiano del agro gallego

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