Algo más que platillos volantes

Algo más que platillos volantes

El coruñés Luis J. Pérez lanza su primera novela en formato low cost para que todos lleguen hasta la ciudad del siglo XXIX, que él describe bajo una cúpula y con un sistema aparentemente democrático. Sus lectores se cuentan por visitas a la red y la posibilidad de convertirse en best seller es una de las máximas de un autor que vuelca su devoción por la ciencia ficción en “La mínima verdad”.

Lejos de sacarse de la manga a alienígenas poco creíbles y de hacer volar platillos, el escritor crea simplemente un mundo paralelo al actual para situar allí a la reflexión. Acerca de la libertad y de las posibles consecuencias de ser inmunes a una estructura fijada donde son otros los que toman las decisiones. Es como si cambiara los problemas actuales de escenario. Para ello, moldea Astorn, un lugar que funciona a través de lo que un día prodigó el pensador Charles Campus en un libro cuatro siglos antes y que fue descubierto por los lugareños en una cápsula soterrada.

Sus premisas hacen que los ciudadanos de Astorn tengan las necesidades cubiertas y que una especie de consejo les advierta de las vacantes para trabajar disponibles. Cuenta el autor que en su planeta no hay nadie que sufra las colas del INEM ni existen problemas de hambre. Lo que sí padecen, en cambio, es una dependencia al sistema.

Como contrapunto, Pérez coloca fuera del cristal a un pueblo habitado por personas ajenas a esta forma de vivir que no tienen acceso a Astorn hasta que uno de ellos, de nombre Ronny Culmak, consigue dar con la manera de hacerlo sin llamar a la puerta. El autor narra el proceso. Paso a paso.

De esta forma, el coruñés residente en Madrid desde hace diez años intercala en su libro pasajes la ciudad con lo que sucede fuera de ella y el ritmo narrativo alcanza una velocidad vertiginosa que recuerda a las novelas de grandes como Robert Anson Heinlein, “con obras bastante atemporales” que entran dentro del concepto que tiene el escritor de lo que es practicar la ciencia ficción con el boli. En cuanto a la forma de localizar la acción, pone de ejemplo “Ciudad”, de Clifford D. Simak.

Seguido en las redes sociales por medio millar de usuarios, la historia de “La mínima verdad” se puede leer en la página web www.laminimaverdad.com, en apple store y amazon, plataformas más orientadas al público extranjero.

En este sentido, el lector se puede recrear en el mundo inventado a través de las ilustraciones de Julián Manzano, que extrae de la novela distintos capítulos para dibujarlos con el lápiz. En su trabajo se puede ver la cápsula que contiene el manifiesto de Charles Campus, que hace ver a los habitantes de Astorn que el origen de su gobierno democrático se remonta a un suceso que ocurrió en el siglo XXV sin dar más detalles. Por eso, son las hipótesis que barajan las personas desde entonces la única base del pastel, algo que da paso a la acción cuando Ronny irrumpe en el escenario del cuento enfundado en un traje especial.

El dibujante ilustra el momento en el que el consejo del pueblo lo convierte en héroe y lo corona antes de comenzar la aventura junto a los paisajes que Culmak va pisando. Para que el internauta se haga una idea. Y siga volando desde su silla giratoria con un ebook que ejercita el pensamiento. Además de hacer más grande la imaginación.

Algo más que platillos volantes

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