n los últimos días, los coruñeses pueden haber notado que su coche estacionado en la vía pública amanece cubierto de unas desagradables manchas. O, aún peor, que cuando caminaban por la calle han notado un golpe húmedo en el hombro o en la cabeza. El motivo es que ha llegado la época de cría (va de abril a julio) y las gaviotas sobrevuelan la ciudad, buscando todo lo que puedan llevarse al pico y anidando en los tejados de los coruñeses. Sus chillidos las vuelven a veces insufribles cuando no agresivas con cualquier humano que viva cerca de su nido. Para los que las padecen, hay demasiadas de estas aves patiamarillas, pero el Ayuntamiento lleva años reduciendo su población, y ahora solo existen 408 parejas reproductoras, un 30% menos que en el año anterior.
Estos animales son impopulares por los ruidos y la basura que generan, y se vuelven agresivos en época de cría
En efecto, en 2023 eran 580, según los datos que aporta el propio Ayuntamiento. En su día, en el año 2000, el número de estas parejas ponedoras era de 3.000 pero, durante años, el Ayuntamiento ha mantenido una campaña de esterilización para reducir el tamaño de su población a través de una empresa especializada, pero los expertos apuntan a que esta ya es suficientemente pequeña y que conviene replanteárselo.
Desde el Ayuntamiento admiten que la población ha disminuido “un poco” gracias a sus esfuerzos en control y esterilización de aves y que, aunque 408 parejas parezcan pocas, lo cierto es que A Coruña recibe la visita de colonias tan lejanas como las islas Sisargas, además de las que se encuentra más cerca, como en A Marola, donde también existe una pequeña colonia, o las islas de San Pedro. Así que la población flotante es mucho mayor.
Pero Sergio Paris, que es miembro del Ceida (Centro de Extensión Universitaria e Divulgación Ambiental de Galicia) y ha participado en el programa de estudio ‘Áves ártabras’ sobre los pájaros del Gólfo Ártabro, se muestra preocupado y califica el descenso de población de “enorme”. “Ahora mismo, estas aves se encuentran en la categoría de vulnerables, desde un punto de vista estrictamente científico”, explicó, dado que la Xunta todavía no les ha asignado ese estatus, que es el que se encuentra justo por encima de ‘en peligro de extinción’. Pero Paris no se refiere solo a la ciudad. La población de gaviotas patiamarillas se ha desplomado en los últimos años en toda la costa gallega, sin que los expertos acaben de ponerse de acuerdo sobre las causas sobre el llamado “síndrome paralizante” que las atenaza.
Algunos apuntan a la enfermedad del botulismo, que se contagia rápidamente al formar estas aves una colonia. Otros señalan que hace décadas, la presencia de grandes vertederos a cielo abierto, como fue el caso de Bens, atraía a bandadas enteras de estas aves oportunistas y desató una explosión demográfica. Los ornitólogos consideran que es lógico que esto provoque una disminución de gaviotas, pero no justifica una tan grande.
En un estudio en 2022 se detectó una caída del 70%, así que el experto considera que “habría que darle una vuelta” a esos programas de control. Esto es difícil porque la mayor parte de los coruñeses no encuentran a estas aves, por muy típicas de la ciudad que sean. La mayoría las pone en el mismo saco que las palomas, ‘ratas con alas’ que merodean en los cubos de basuras y cazan palomas en las proximidades del Palacio de la Ópera.
CIFRAS |
1.395 llamadas |
80 aves |
249.840 euros |
El año pasado, Locus Avi atendió 1.395 reclamaciones vecinales de gaviotas, la mayoría en edificios particulares. El Ayuntamiento destaca que atender todas ellas supone un gran esfuerzo “pero que acometemos no solo por el bienestar de los vecinos en sus casas (ruidos) sino también para mejorar la limpieza viaria y evitar problemas de seguridad como el atasco de canalones”.
En efecto, estas aves depositan basura en las cubiertas planas y con cierta protección de las inclemencias del tiempo en las que les gusta anidar, y acaban rodando hasta las tuberías. Además, en época de cría se vuelven agresivas en defensa de los pollos y los nidos. Por eso está prohibido acercarse a ellas y manipular los nidos, tal y como establece la ley estatal de del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad (Ley 42/2007), pero es muy improbable que ataquen salvo en defensa de sus nidos y polluelos, de los que cada vez hay menos.