Menos de dos de cada diez puntos de venta de droga en A Coruña son casas okupadas

Fuentes policiales señalan que la presión provoca que los toxicómanos se desplacen a sus propios domicilios
Menos de dos de cada diez puntos de venta de droga en A Coruña son casas okupadas
Agentes de la UIP de la Policía Nacional, en un narcopiso de la avenida de Oza en 2023 | Patricia G. Fraga

El fenómeno de los pisos donde se vende droga no es nuevo, pero se volvió más relevante hace doce años, cuando se expulsó a los últimos habitantes del poblado chabolista de Penamoa, conocido como el supermercado de las drogas del noroeste. Ya entonces las autoridades habían advertido de que esto no acabaría con el tráfico de drogas, sino que lo esparciría por la ciudad. Ahora, otro aspecto del fenómeno cobra relevancia: el de la okupación. Sin embargo, las fuentes policiales consultadas recalcan que se trata de un fenómeno minoritario, ya que menos de dos de cada diez puntos negros de tráfico son inmuebles okupados.


Sin embargo, el fenómeno de la okupación parece haber atizado la indignación vecinal respecto al tráfico de drogas, que siempre ha existido en los barrios. Los vecinos siempre han sabido dónde se trafica y la sección de Participación Ciudadana de la Policía Nacional recibe sus quejas y las transmite a las unidades de la Policía Judicial. En este caso, el Grupo de Tráfico Medio de la Udyco (Unidad de Drogas y Crimen Organizado). 


Las fuentes consultadas señalan que existe poca diferencia entre investigar un punto de narcotráfico okupado y uno en el que el traficante esté viviendo de forma legítima. En ambos casos, es el trasiego de gente extraña, a veces en horas intempestivas, lo que alerta a los vecinos. Normalmente se suceden las peleas, los robos y otras situaciones desagradables. 


Registros 

Tampoco hay que confundir la okupación por necesidad con la okupación por negocio. En el segundo caso, la presión policial y vecinal puede conseguir que los sujetos se vayan, pero en el primer caso no, simplemente porque no tiene a dónde ir. En cambio, la presencia policial estropea el negocio. “Cuando la Policía Local se pone delante de un narcopiso y empieza a identificar a todo el mundo, es malo para el negocio”, comentan fuentes policiales. 


Entonces no les queda más remedio que marcharse a su propia casa. Esto genera otros inconvenientes, como que el lugar de venta y el de consumo se mezclen. En Monte Alto, por ejemplo, cuando había un punto de venta de drogas en la avenida de Hércules, pero los toxicómanos consumían en la calle Washington. Cuando se cerró el punto de venta, todo confluyó en el segundo punto. Actualmente, los toxicómanos se encuentran en una vivienda legalmente, donde siguen consumiendo, y es de esperar que vuelvan a generar problemas. Pero nunca faltan inmuebles viejos, abandonados, bajos, que okupar. A menudo, estos se encuentran justo al lado, o a menos de una manzana, de manera que los okupas se mudan allí. Es lo que intentaron hacer en Monte Alto, después de que una protesta popular les echara de la calle Washington, y es lo que consiguieron en un bajo de O Ventorrillo, en la calle de Monasterio de Bergondo, cuando tuvo lugar otra protesta. 


Ahora, ese mismo malestar se dirige a individuos que viven legítimamente en un piso, y que a veces ni siquiera son traficantes, solo consumidores que se reúnen, según la Policía Nacional. Es lo que ha ocurrido en el número 14 de la calle de Pérez Ardá, donde un vecino y sus visitantes han causado irritación en la comunidad, que ha llegado a organizar guardias. 


“Me solidarizo con ellos, que te toque algo así es complicado, pero pedimos algo de precaución. Es algo nuevo para nosotros y lo que más nos tranquiliza es la coordinación con la Policía Nacional. Es mejor no hacer según qué cosas porque después vienen las lamentaciones”, señala Juan Iglesias, de la Asociación Vecinal A Barcarola Cuatro Caminos. 

Menos de dos de cada diez puntos de venta de droga en A Coruña son casas okupadas

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