El erotismo coruñés sin complejos

El erotismo coruñés sin complejos
Los vibradores y juguetes sexuales son uno de los principales reclamos en las actuales tiendas eróticas | Patricia G. Fraga

Si hay un hábito que durante décadas permaneció a caballo entre la intimidad y el tabú ese es el consumo de sexo en todas sus variantes. Desde la pornografía a la simple comunión de pareja para mejorar la experiencia llevaron adjuntas etiquetas de lo sórdido y pecaminoso a lo prohibido, pasando por un juicio público que cada vez parece más testimonio de un tiempo superado.
 

La fecha del 15 de noviembre de 1996 supuso un antes y un después en la ciudad. La discoteca Chevalier de Santa Cristina organizaba una fiesta privada en la que los invitados tenían derecho a presenciar el rodaje de una película X, las mismas que se exponían en la parte de atrás del cine Chaplín de forma casi subversiva. El relaciones públicas de la sala, Camilo Leal, ponía la primera pica para quitarle de un plumazo los complejos a sus paisanos. Asistieron más de 4.000 personas y aún lo recuerda como si de la llegada de los Rolling Stones se tratase: “Fuimos unos precursores, todos los conceptos que te puedes imaginar los trajimos nosotros: las despedidas de soltero con la prostituta que se desnuda, los sexy boys, las drag queens, el rodaje de porno... La gente alucinaba”.
 

Leal ha visto cómo lo que un día fue revolucionario ahora suena naif, gracias en buena medida a quitarle la vergüenza a los coruñeses.  “Todo aquello ha quedado obsoleto y ya no se contratan strippers. Entonces era el puterío accesible, hasta que dejaron de criticarlo y se quedó en desuso”, añade.
 

Su libro de anécdotas apunta a muchos rostros conocidos, incluso con ofertas millonarias de revistas por vender fotos prohibidas en la etapa del frikismo en prime time. “Por unas fotos de Tamara me ofrecieron 30 millones de pesetas”, confiesa.
 

La apertura de mente del coruñés la mide con los sex shops como referente. Nunca regentó uno, pero por vinculación laboral Camilo conoce el negocio al dedillo: “El primer sex shop que abrió fue en la calle de la Galera y fue derivando hacia despedidas. Nosotros, mientras, hacíamos espectáculos con sexy boys en Chevalier con el ‘Póntelo, pónselo”. La traca final no dejaba mucho lugar a la imaginación.
 

Una realidad distinta a la actual, según subraya Leal: “Nuestro público tenía 40 años de media, mientras que el público del sexo shop hoy empieza a los 16 años. Ya no se busca la muñeca hinchable o el consolador, sino que la fiesta o el disfrute en pareja”.

 

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Camilo Leal, en la discoteca donde se rodó una película porno en 1996 | Pedro Puig

 

Adiós a la oscuridad

Un cuarto de siglo después de aquella fiesta porno en Chevalier, en noviembre de 2021 y en plena pandemia, la cadena nacional Amantis decidió abrir en la ciudad su decimotercera tienda, después de un estudio que sitúa a A Coruña como la séptima de España en consumo de artículos eróticos, por detrás de Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga Sevilla y Alicante. Lo hizo en Marineda City, y si uno no se detiene en el cartel de tienda erótica de la entrada podría preguntar por el próximo libro de Harry Potter. Eso sí, las varitas mágicas son algo distintas.
 

Según explica Rebeca Rodríguez, responsable de prensa del grupo, la idea es romper definitivamente con aquella oscuridad que rodeó las noches de pornografía y erotismo en los 90. “Antes los sex shops eran oscuros y con luces de neón, pero nuestra idea es normalizar el sexo, que el cliente entre y pregunte”, añade la comunicadora, que prefiere emplear el término tienda erótica por ser “más amigable y alejado de lo sórdido, oscuro y pecaminoso”.
 

El verbo preguntar no es aleatorio. Al servicio del cliente hay sexólogos y educadores sexuales para resolver cualquier duda. Sobre las preferencias y hábitos, Rodríguez habla con una naturalidad alejada del tono subversivo que sugería Leal en sus recuerdos: “El bondage y la sumisión se pusieron de moda con 50 sombras de Grey y se han popularizado muchísimo”. Para los no iniciados incluso se imparten talleres de shibari, una variante japonesa con cuerdas.
 

Aquellos a los que por generación el cambio y la evolución les cogió algo lejos aún tiene la oportunidad de actualizarse. “Entra mucha gente mayor por curiosidad e incluso en el 8M hicimos una campaña dirigida a este público, porque todo el mundo tiene derecho a tener un juguete”, finaliza la responsable de Amantis, uno de los siete sex shops que permanecen abiertos en A Coruña y que, gracias a normalizar lo que en su día fue escandaloso, forman ya parte del día a día de la ciudad.

El erotismo coruñés sin complejos

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